BITÁCORA
Por: Oscar Ariza
En este país de realidades mágicas, absurdas e inesperadas, parece que los sucesos de la vida diaria, detrás de los cuales andan los cronistas, reporteros o fabuladores, fueran sacados directamente de la literatura o de la mente de algún creador que encuentra en la realidad colombiana una base primordial para crear historias cómicas pero letales.
Entre las tantas e insólitas historias que parecen sacadas directamente de Macondo, donde los de repentes son posibles, por muy descabellados que parezcan, se encuentran las noticias de los falsos médicos y demás profesionales de la salud que después de muchos años de servicio han sido descubiertos en El Instituto Nacional de Medicina Legal; una de las más prestigiosas instituciones que presta auxilio y soporte técnico y científico a la administración de justicia en todo el país, en lo concerniente a medicina legal y ciencias forenses, de allí que resulte irónico que quienes durante muchos años hayan certificado casos necesarios para la aplicación de justicia, estén descertificados por convertirse en falsos positivos.
Estas historias que aunque cómicas, vergonzosas también, son las que han terminado por desfigurar las fronteras entre la ficción y la realidad colombiana, que parece estar viviendo en una especie de novela picaresca, que ha puesto de presente que en este país del todo vale, la gente apela al engaño y a la picardía que amenaza con volverse costumbre, ante la ausencia de valores en estos tiempos de crisis.
Hace algunas semanas, los noticiarios del país relataban como Camilo Herrera Triana, el falso psiquiatra forense había laborado durante una década en Medicina Legal, emitiendo conceptos en más de 1.900 casos en los que pudo haber favorecido a personas responsables de diferentes delitos y haber condenado a inocentes, sin que nadie se percatara tanto de la falsedad de sus títulos, como de la poca rigurosidad en sus dictámenes.
Como si fuera poco, la misma institución de prestigio a la que muchos colombianos habían acudido durante años, acaba de descubrir otro caso en el que Ángel Leonardo Hernández, un falso odontólogo forense había estado trabajando allí, acreditando títulos de la Universidad Nacional para acceder a su cargo. Caso que parece extraído de la novela Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, en la que se describen las acciones del pícaro Estebanillo González quien acude a un falso dentista para llevar a cabo sus propósitos engañosos.
Estas historias insólitas y únicamente plausibles en el terreno de la ficción por ser piezas literarias que surgen de la invención de comedias o novelas que han desarrollado la temática del falso médico, desde lo griegos con Menandro, hasta Tirso de Molina, Moliere y el mismo García Márquez, hoy muestran los males que estamos padeciendo y que sin control alguno, permean en todas las instancias del Estado, convirtiéndose en una terrible realidad.
La presencia del “medicus simulatus” en la literatura ha servido para mostrar la coexistencia del humor y un imaginativo enredo social, producto de la descomposición moral del momento, mediada algunas veces por una imagen satirizada del médico.
El mismo García Márquez en Cien años de Soledad pone de manifiesto la presencia de un falso médico a quien acude Aureliano Buendía “Fue a visitar al doctor Alirio Noguera para que le tratara un supuesto dolor en el hígado. Ni siquiera sabía cuál era el sentido de la patraña. El doctor Alirio Noguera había llegado a Macondo pocos años antes con un botiquín de globulitos sin sabor y una divisa médica que no convenció a nadie: Un Clavo saca otro clavo. En realidad era un farsante. Detrás de su inocente fachada de médico sin prestigio…. apareció en Riohacha con los frasquitos de glóbulos que no eran más que de azúcar refinada, y un diploma de la Universidad de Leipzig falsificado por él mismo.”
Desde estos falsos positivos, falsos héroes y falsos médicos sacados de comedias griegas, españolas o novelas del realismo mágico y vueltos personajes de la realidad que modelan conductas equívocas, se podría mostrar hasta qué punto la ficción es una extensión de los fenómenos socioculturales colombianos o hasta qué punto nuestra realidad está desbordando los límites de lo permitido, para convertirse en mentiras oficiales o verdades novelescas.
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