En época de Navidad y fin de año, durante noviembre y diciembre, la nostalgia nos invade. Comenzamos a reflexionar, a hacer listas de las cosas buenas que queremos repetir —ojalá podamos— y, desde las malas, aprender para no tropezar de nuevo. Es el típico pensamiento: “El próximo año empiezo todo”.
Pero la Navidad, más allá de las luces, los regalos y el júbilo que genera celebrar el nacimiento de Jesús, nuestro salvador, también nos invita a cultivar valores esenciales.
Uno de esos valores es la unión. Las familias deben unirse, pasar más tiempo juntas, decorar la casa y llenarla de luces y colores. También debemos practicar la generosidad, la gratitud y el perdón: elementos que llenan el corazón de amor y que, idealmente, se ponen al servicio de los demás.
Es cierto que esta época es propicia para dar regalos a los seres queridos, pero la verdadera idea es ir más allá. A través de campañas, acciones y gestos significativos, podemos entregar “Medallas para el alma”. Porque, aunque lo material cuenta, no lo es todo.
Hoy, domingo 24 de noviembre, mientras escribo esta nota que se publicará el próximo martes 26, dediqué unos minutos a homenajear a tres amigos: Luis Mario Jiménez, Ángella Ramos y Sandra Campo Duque. Tres baluartes que admiro, quiero y respeto profundamente, cada uno con talentos excepcionales en su quehacer artístico.
Me nació rendirles tributo a través de las redes sociales. Les escribí un poema y resalté sus virtudes. Eso lo aprendí de mi madre: expresar lo que siento, no callarlo. Con actos como estos también se ganan medallas para el alma. ¿Cierto, Luisma?
Nadie está exento de cometer errores. La vida nos pone pruebas constantemente y, en ocasiones, surgen problemas en la familia o con los amigos. Sin embargo, este análisis nos recuerda que nunca es tarde para practicar el valor del perdón y cultivarlo en el hogar.
Enseñemos a nuestros hijos que, aunque el perdón es valioso, evitar la agresión es aún mejor. Pero recordemos también que no todo gira en torno a lo material. Aunque lo material ayuda, no lo es todo. Un abrazo, por ejemplo, puede convertirse en un modelo para generar felicidad.
Abraza desde el corazón, hazlo sin reservas. Sé generoso con lo mejor de ti. Una palabra bonita, una sonrisa sincera o un gesto amable pueden alimentar el espíritu. Estas pequeñas acciones enaltecen el alma y, al final, se convierten en el mejor regalo que podemos dar o recibir.
Rodeémonos de personas altruistas, con vocación de servicio, y aprendamos de ellas. Que nuestras acciones califiquen en la familia y en la sociedad como las de seres que construyen, persuaden y confrontan diferencias con amor y esperanza. Porque, como dice el adagio, “La mejor pelea es aquella que no se hace”.
Que esta Navidad se albergue en tu corazón. Ese es mi mejor deseo.
Colofón: Atrévete, desde ahora y para siempre, a entregar muchas “Medallas para el alma”. Y, sobre todo, regálate una a tí mismo: una que nazca del amor sincero y bonito que, privilegiadamente, brota de tu corazón.
Solo eso.
Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.