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Mecanismos psicológicos de la mentira, columna por Alfonso Echávarria

En su etapa más infantil, la persona no posee determinadas competencias para gestionar todas las situaciones que le rodean. Es por eso que a veces recurre a lo que conocemos como “mentira”, un medio para sacudirse de ciertas responsabilidades para las cuales no está psicológicamente preparada.
La persona en edad temprana no posee estos elementos relacionados con la ética acerca de la realidad ocurrente y es por ello por lo que “reacomoda” esta realidad desde su mundo limitado de experiencias. Por lo tanto, inicialmente la mentira puede convertirse en un medio para evitar consecuencias negativas.
Esto que podemos considerar como algo normal en los niños pequeños. Enseñar desde edades tempranas acerca de la responsabilidad de las acciones es algo que posibilitará a este niño en su vida adulta para no “tirar balones fuera”. Corregir es educar. Corregir con cariño y recompensar la sinceridad del pequeño más que castigar la mentira, aunque en ocasiones también es muy educativo que asuman ciertas consecuencias en relación a sus acciones. Pero con medida.
El problema aparece cuando estos mecanismos de corrección no están presentes y el niño va creciendo integrando la mentira y el engaño en su persona, como un modo eficaz de consecución de determinadas ganancias.
Es posible que para la persona sea más importante ser sincera que proyectar una imagen. Si esto es así, percibirá que las pérdidas asociadas a su percepción más genuina, más interna, superarán a las ganancias externas, por lo que es más que probable que no recurra a la mentira.
El problema llega cuando el uso de la herramienta de la mentira se convierte en abuso. Es aquí donde se pierden fácilmente las referencias y donde se suele producir con más facilidad la anestesia de la ética y de la moral.
Este modelo de comportamiento tiene una directa implicación en el sistema de creencias de la persona, es decir, que de tanto practicar la mentira puede llegar a enmarcar su vida en una mezcolanza entre fantasía y realidad, de difícil resolución. Lo que se conoce como “se cree sus propias mentiras”. Así, estas personas adoptan un modelo de vida como si, construyendo un personaje irreal que les permita seguir recibiendo recompensas externas. Cuando este falso personaje llega a ser creíble para el propio individuo, es entonces el tiempo de los desequilibrios y de los trastornos mentales.
Mentir no está bien y tarde o temprano se pagará el peaje. Sin embargo acontecen situaciones en las que esconder parte de la realidad puede que no sea tan negativo. Y estas situaciones deben ser analizadas por la persona siempre en función del bien ajeno y nunca desde el beneficio propio.
Existen mentiras de todo tipo y condición. Cuando digo que en ocasiones la mentira puede que no sea dañina, me refiero a las que piensan en el bienestar del otro. Sé que esto puede ser cuestionable, pero hay ocasiones en que la no verdad trae más beneficios que la verdad completa.
Pobre Pinocho. Cada vez que mentía le crecía la nariz. A los seres humanos nos crecen los problemas cada vez que mentimos. Ya tenemos algo en común los muñecos de madera y las personas de carne y hueso.

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