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“Me sorprende la falta de conocimiento sobre el avance de la ciencia”: Fernando Dangond

Fernando Dangond Castro. FOTO: CORTESÍA.

En entrevista para EL PILÓN, el médico científico Fernando Dangond Castro habló sobre la pandemia provocada por el covid-19, la ciencia médica en Colombia y Estados Unidos, su relación con Valledupar, Dios y su familia.

¿Cómo ha sido este período de pandemia y cuarentena para tí y la familia?

Este período ha servido para que nos reencontremos como familia, pasando más tiempo jugando, orando, haciendo deportes y riendo juntos. También hemos participado en trabajos comunitarios, en bancos de alimentos, ayudando a los más necesitados. Nos ha permitido ocuparnos de temas que son importantes para nosotros individualmente y como familia. Desde el punto de vista material, ha servido para que nos desprendamos de tantas cosas superficiales que a veces nos bloquean. Desde el punto de vista espiritual, ha sido una época de un enorme crecimiento para mí y mi familia. Participamos activamente en diversos grupos de oración, por Zoom, con otras familias.

Yo he tomado la oportunidad para hacer mucho ejercicio, y gradualmente deshacerme de una serie de malos hábitos que a menudo interferían con mi efectividad y capacidad de concentración en el trabajo (café y redes sociales en exceso, sedentarismo, etc.). También he aprovechado para leer más libros y para meditar. También inicié un proyecto de investigación en covid-19, desde la compañía farmacéutica en la que trabajo, con investigadores de los Institutos Nacionales de Salud (National Institutes of Health, NIH) de los EEUU. Esto ha tomado mucho esfuerzo pero pronto estaremos publicando resultados, lo cual me llena de orgullo y motivación para seguir trabajando

Desde tu óptica de médico, ¿cómo la has visto?

Como médico, estuve en “las trincheras” afrontando, con muchos otros colegas, la crisis del VIH/SIDA. La reacción inicial con el COVID-19 fue, tal como en aquella ocasión, de sorpresa y algo de temor. Yo estaba precisamente en Milán, Italia, en marzo del 2020, y regresé a los EEUU el día antes que se reconociera públicamente la presencia del virus SARS-CoV-2 en esa ciudad. Luego como médico, entiendes que como con cualquier otra enfermedad endémica, epidémica o pandémica, la única solución es afrontarla con los avances tecnológicos/científicos y los recursos humanos profesionales (salud, logística, epidemiológicos). Como me he formado profesionalmente en un medio altamente científico, este orden de ideas es muy natural para mí.

Me ha sorprendido mucho la falta de conocimiento general sobre los avances de la ciencia moderna y de lo que es capaz; en las redes pululan las teorías conspirativas y la desinformación como resultado de un gran vacío en educar a la gente. Ha sido más difícil controlar la pandemia ante esa actitud negativa y la negación absurda de la realidad  por parte de muchas personas.

Por tu experiencia como investigador en Harvard y colaborador de una gran farmacéutica, ¿cómo viste el proceso de elaboración de una vacuna de forma más rápida de lo normal?

Esta tecnología no se desarrolló de la noche a la mañana. Es el producto de muchos años de trabajo conjunto de cientos de científicos alrededor del mundo. Antes del SARS-CoV-2 (responsable del COVID-19) aparecieron el SARS-CoV-1 y el MERS, de la misma familia de virus. La tecnología venía ya en desarrollo, pero no fue posible implementarla antes ya que los virus previos desaparecieron relativamente rápido. Por esto la rapidez de implementación de los estudios clínicos, para verificar si eran efectivas, no me sorprendió. Lo que sí me pareció extraordinario y me causó mucha  alegría y orgullo por el gremio científico, fue ver su gran eficacia, especialmente en prevenir la mortalidad.

¿Tendrías, por tu especialidad, algún comentario sobre el efecto del virus en personas mayores?

Al avanzar la edad, nuestro sistema inmune también se debilita. Empezamos a mostrar más dificultades para contraatacar las infecciones, para reponernos de una fractura, para soportar una anestesia. No es sorprendente que este virus, así como muchos otros virus, como el de la influenza, cause mayores problemas a las personas de avanzada edad. También se ha visto que personas con otras enfermedades (co-morbilidades) como la diabetes, la obesidad, la hipertensión, problemas cardiovasculares, renales o respiratorios, son hospitalizados con mayor frecuencia o sucumben más al COVID-19. A medida que avanza la edad también aumenta la frecuencia de estas enfermedades en la población general, lo cual en conjunto agrava aún más el pronóstico.

¿Nunca te interesaste por los negocios? Por ejemplo, los del campo…

Claro que sí. Heredé de mi padre el gusto por la empresa, el crear y producir, organizar, emplear y prosperar. Tengo un grado de Master en Administración de Negocios (MBA) del Massachussets Institute of Technology (MIT Sloan School of Management). He lanzado varias empresas de tecnología (apps y medios virtuales). También me dedico al cultivo de la palma africana. La empresa farmacéutica también me permite ejercer esa inclinación que llevo en la sangre, por manejar personal, participar en acuerdos empresariales, evaluar oportunidades de nuevas medicinas, adquisiciones de otras compañías, trabajos conjuntos, y así ejercer otras oportunidades de liderazgo.

¿Cómo llegaste a EEUU? ¿Por qué escogiste ese país? ¿En qué te especializaste?

Llegué en 1988 contratado por un hospital de la Universidad Case Western Reserve, en Cleveland (en EEUU le pagan al médico por hacer la especialización, al contrario de muchos otros países), donde me entrené en Medicina Interna. Me atrajo la alta calidad de la medicina y la ciencia en este país.

Luego me contrataron en Harvard para mi especialización en Neurología. Allí también hice 2 especializaciones más (Biología Molecular e Inmunología), y luego fuí Profesor Asistente de Neurología de la Escuela de Medicina de Harvard. Luego hice el Master en Administración de Negocios (MBA) en MIT. Finalmente, hice un Master de Ciencias en Johns Hopkins University.

Fernando Dangon con su madre, Elisa Castro. FOTO: CORTESÍA.

Te fuiste ya dotado de una buena educación, ¿qué más podías aprender en EEUU en el campo de la medicina?

La medicina no es solo una ciencia, es también un arte. La práctica de ese arte te convierte, si lo tomas en serio por supuesto, en un maestro de esa área. En la medicina hay que estar continuamente aprendiendo y ejercitando el conocimiento y las habilidades. El “olfato” u “ojo” clínico se desarrolla con esa intención y esfuerzo, respaldados por la lectura, las discusiones frente al paciente, y el saber escuchar y observar al paciente mismo.

La exposición a una gran variedad de culturas también enriquece mucho el arte de practicar cualquier profesión, y esto es muy aparente con la Medicina. La ciencia en EEUU es probablemente la más avanzada del mundo, y esto atrae a jóvenes investigadores de los grandes centros europeos y de otras regiones para entrenarse acá. Pienso que un profesional inclinado a la investigación científica, de laboratorio, tiene una exposición tremenda aquí a los avances metodológicos y recursos más valiosos para lograr un entrenamiento riguroso y excepcional.

¿Cómo ves a los médicos colombianos?

La medicina en Colombia es muy avanzada. Estamos allá expuestos a casos extraordinarios, enfermedades tropicales, enfermedades que por falta de recursos o acceso desafortunadamente se diagnostican en etapas tardías (especialmente en zonas rurales). Esto, aunque desafortunado, le da una gran experiencia al médico, quien bajo esas condiciones debe ingeniársela para diagnosticar y tratar en la ausencia de equipos sofisticados.

 El médico en Colombia, por lo general, es muy experimentado desde el punto de vista clínico. Hace falta hacer un poco más de énfasis en el aspecto molecular y científico en el entrenamiento de los futuros médicos, para generar más contribuciones de alta ciencia desde Colombia por fuera del ámbito exclusivamente clínico. Pero la investigación básica es muy costosa y llena de altibajos. Es por esto difícil que un gobierno se concentre en apoyar la investigación básica en la presencia de otras prioridades más apremiantes, como eliminar la pobreza y las enfermedades infantiles infecciosas. Pero el médico que es bueno en Colombia es bueno en todas partes.

¿No pensaste en regresar a Colombia? ¿Ese conocimiento cómo podría contribuir en nuestro ámbito?

En un mundo globalizado, la presencia física ya no es tan importante, cuando se trata de intercambiar conocimiento e ideas. Siempre estoy dispuesto a ayudar desde aquí a médicos y pacientes, en la medida de mis capacidades, cuando solicitan mi apoyo. También contribuyo como panelista o conferencista en congresos o por invitación especial. Trato de ser selectivo para “aprovechar” lo mejor de “ambos mundos”. Desde que vine de Colombia, hace 33 años, he estado diariamente al tanto de las noticias de allá. Es imposible desprenderme emocionalmente de mis raíces que valoro tanto. Sin embargo, aquí en EEUU formé mi familia, y a pesar de las raíces tan fuertes que atan a mi corazón a Valledupar y a Colombia, disfruto estar aquí y allá al mismo tiempo.

¿Cómo formaste tu hogar?

Estoy felizmente casado con Mónica Lacouture Pinedo, de Santa Marta. Es una bella e inteligente mujer que reúne todas las condiciones para mantener a este corazón bohemio enjaulado y domesticado al 100 %. Es una esposa y madre ejemplar y me siento muy afortunado de ser su esposo. A Mónica la conocí aquí en Boston cuando vino a hacer estudios de especialización. Somos los padres orgullosos de Daniel, David y Cristina. 

Daniel se graduó con gran pergamino. Tus hijos son ciudadanos gringos, ¿cómo los vincularías a Colombia?

Daniel se graduó simultáneamente en MIT de dos carreras: Ciencia de Computadoras (Computer Science) y Estudios Comparativos de Medios (Comparative Media Studies). David está estudiando Ingeniería Biomédica en UC Berkeley, en California. Cristy, quien fue a los brazos del Señor poco antes de cumplir 12 años de edad, era también increíblemente brillante. Era también muy privilegiada espiritualmente y musicalmente. Era excelente estudiante. Daba todo por sus amigos. Ahora nos cuida desde el cielo. Es nuestra santica protectora.

Ellos todos nacieron aquí en EEUU y aprendieron desde temprano el español. Daniel, además, habla japonés y francés. David también habla Francés. Han ido a Colombia muchas veces y tienen muchos primos y amigos allá. Si aquí les preguntan en español de dónde son, no titubean en responder que son colombianos. Ya están vinculados con Colombia a muchos niveles. Pero en realidad son ciudadanos de este globo terráqueo que cada vez se achica más.

Me imagino, son tan buenos estudiantes como tú

Dios me bendijo con unos hijos excepcionales y muchísimo mejores que yo en el estudio. No miento al afirmar que a cada rato le digo a mis hijos que los admiro profundamente por su dedicación, madurez, juicio, entereza, carácter, nobleza e inteligencia. Trato de aprender de ellos.

Fernando Dangond con su esposa Mónica Lacouture. FOTO: CORTESÍA.

¿Cómo has sobrellevado la ausencia de Cristy, en estos años, después de haber despertado en la costa, en Colombia y en otras latitudes una gran solidaridad humana y espiritual?

Cristy para nuestra familia fue un ángel hermoso que Dios nos envió para acercarnos a Él, y así pudiéramos reconocer el esplendor de su infinita misericordia. A pesar de 5 años difíciles en que Cristy luchó contra el cáncer, como cargando una cruz, ella y nosotros fuimos felices cada día de nuestras vidas. Encontramos que la solución para todos los problemas es compartir el amor a manos llenas y confiar en Dios. Es acercarse a Dios con humildad, y reconocer que solo al abandonarnos en Él, el mundo se reorganiza alrededor nuestro, a medida que avanzamos en nuestra vida aquí en la tierra.

 Seguimos siendo muy felices, aunque obviamente los que quedamos aquí sufrimos silenciosamente por el vacío de la ausencia del ser amado. Pero esa misma fe y esperanza en Dios nos ilumina y convence que algún día nos reencontraremos con nuestros seres amados que ya han partido, en ese cielo prometido por Jesús. Hay que ser paciente. Esta es una gran virtud.

Cristy fue también un ángel para muchas otras familias alrededor del mundo. En su nombre y por su propia iniciativa, creamos la fundación Build the Faith (Construyendo la fe), dedicada con gran éxito a construír iglesias en áreas de bajos recursos económicos alrededor del mundo. Hemos ya construído cuatro iglesias (en Argentina, Colombia, Nicaragua, y Ghana (África); estamos en vísperas de iniciar la construcción de la quinta iglesia, en Kenya (África). El legado de Cristy es inconmensurable.

¿Cómo era el país del norte al llegar? ¿Cómo ha evolucionado esa sociedad, su gente, sus ciudades?

En 1988 recuerdo iba en el avión hacia Cleveland, para comenzar mi entrenamiento en un hospital local. A mi lado en el avión iba una mujer joven norteamericana, casada, con quien establecí un diálogo ameno. Le conté la razón de mi viaje, y que venía de Colombia. Al aterrizar el avión me preguntó si iba alguien a recogerme al aeropuerto. Le dije que no, que debía tomar un taxi. Sin más ni más, cuando salimos al terminal, le pidió a su marido quien vino a recogerla, que si podían llevarme hasta las residencias del hospital. ¡Así lo hicieron!

 Esa fue mi primera, grande e inolvidable experiencia con la amabilidad y hospitalidad del norteamericano común.

Desde entonces, no creo que la esencia primordial del ser humano del norteamericano haya cambiado. Como en toda sociedad, hay conflictos, algunos generacionales que no se podrán arrancar de tajo. Pero gradualmente la sociedad va madurando y ajustándose a los cambios del mundo. No es fácil porque es un país muy grande y diverso, con muchos intereses, movimientos religiosos y políticas que a veces chocan de frente. Pero siempre parece que se balancean y llevan al progreso.

La ciudad de Boston ha mostrado una gran capacidad de progreso a muchos niveles, especialmente con la apertura de áreas comunes, con entornos naturales, mucha vegetación, en el centro de la ciudad. Los grandes puentes de tráfico vehicular del centro que afeaban la silueta de esta gran ciudad con su metal oxidado, fueron todos derrumbados y sustituídos por vias subterráneas, siendo reocupados por espacios abiertos con fuentes y parques para uso peatonal.

¿Qué tanta relación tienes con el país? ¿Cómo ves a Colombia?

Mi relación con Valledupar y Colombia es bastante estrecha. Mi relación familiar y de amigos está intacta. Viajo todos los años para disfrutar de mi tierra y de mi gente. Siempre estoy en contacto con ellos. Participo en grupos de liderazgo comunitarios que buscan mejorar las condiciones de los pueblos y ciudades de nuestra provincia. Doy consejos médicos de manera virtual. Estoy bastante conectado.

Colombia es una mina de talento, creatividad, emprendimiento, calor humano, espiritualidad, compañerismo, amistad, fuerza y visión. Pienso que hay que reafirmar la calidad de la educación de los jóvenes, que serán su futuro, para que aprendan de los errores del pasado y los eviten. Es importante crear generaciones que piensen positivamente, que se puede, que busquen más igualdad, menos racismo y clasismo, menos negación de los problemas sociales, y más ahínco por elevar el civismo y la vida en comunidad, el respeto por los derechos del otro, la creación de oportunidades de trabajo, para que cada colombiano aspire a una vida digna para sí mismo y su familia.

No podía faltar: ¿La música vallenata cómo llega a ti? En una vida apacible tan dedicada a la ciencia, ¿cómo no dejar morir la musa inspiradora?

Ahora sí me hiciste reír. La vida del científico a vista de todos puede parecer apacible pero en realidad es como toda profesión exigente; requiere de mucha concentración, trabajo exhaustivo, abnegación, planeación, lidiar con “política” organizacional y papeleo administrativo, empleados, jefes, estrés, y todo lo demás. Por el contrario, en mis ratos libres, es en la música donde encuentro lo tierno, lo dulce, lo suave, lo apacible. Mi música vallenata es mi bálsamo, mi elixir, una poción mágica que instantáneamente me transporta al pie de la Sierra Nevada y al arrullo del río Guatapurí. La inspiración corre por mis venas y nunca muere. Tengo cientos de canciones inéditas. El tener tanto que agradecerle a Dios me motiva a seguir componiendo de manera prolífica. Es un regalo de Dios poder hacerlo, y al ejercitar ese arte, honro su grandeza e infinita misericordia conmigo. 

REDACCIÓN EL PILÓN.

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