El todopoderoso de la salud en el Cesar, Carlos Arce, argumentando la vulneración del derecho al buen nombre, interpuso una tutela en mi contra, solicitando la rectificación de un trino que publiqué en mi cuenta de X (antes Twitter): “Carlos Arce, el dueño del cartel de la Salud, que recibe contratos del Clan Gnecco apoyando a Elvia Milena Sanjuán, como debe ser. Qué porquería”.
Tres temas molestaron al hombre del Ferrari: La palabra cartel, Arce dice que no pertenece a ningún cartel; aquí le dejó el significado del término, por si pensó que se trataba del cartel de Medellín o del norte del Valle; un cartel es un acuerdo formal entre empresas en una rama de actividad oligopólica. También lo incomodó el tema de los contratos, no veo en que pueda afectar su buen nombre tener o no contratos con la Gobernación, a menos que se avergüence de quienes allí gobiernan. A propósito, sería bueno que Arce nos aclare qué papel jugó en la adjudicación de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Chiriguaná que, entre otras cosas, está quebrado y con respirador artificial. A Carlos Arce no se le puede olvidar el escándalo del Hospital Rosario Pumarejo de López, por la denuncia de la periodista Katia Ospino, por el tema de los usuarios del régimen subsidiado que han migrado a sus clínicas, y la Gobernación del Cesar es el ente que vigila, con la exgerente Jakeline Henríquez y la jefa en la sombra, su cuñada, María Paulina Martínez; existe y está muy claro, un conflicto de intereses; a todas luces, es antiético hacer política con quien te puede sancionar.
Además a Arce no le gustó que usara la palabra porquería, pero es que a mí sí me parece asqueante utilizar la salud para hacer política; reunir empleados para que voten por una candidata imputada por corrupción es abuso de poder, le recuerdo que el voto es libre. Más bien, el doctor Arce debería pagarle a sus trabajadores, médicos, enfermeras y especialistas, que tantas veces se han quejado dejando ver su inconformismo por el no pago de varios meses de salario, según denuncias de medios como la emisora Radio Guatapurí y el Diario del Cesar, entre otros.
Hoy el juez me concede la razón, negándole dicha pretensión al señor Carlos Arce. El togado Jaime Enrique Villalobos Brochel, fue claro y contundente: “Si en gracia de discusión resultara procedente la acción de tutela, el Despacho estima que el señor Jacobo Solano Cerchiaro no se encuentra
vulnerando los derechos fundamentales alegados por el señor Carlos Arce García”. Caso cerrado, diría la Dra. Polo.
Es una victoria que quiero agradecer a Dios, que nunca me abandona y a mi compañero de mil batallas, mi abogado, Carlos Andrés Añez, quien es un celoso guardián de la libertad de expresión, además de ser un jurista que cada día deja una plana más alta en el litigio en Valledupar, mostrando su profesionalismo y altos estándares de integridad y justicia.
Ojalá Carlos Arce comprenda lo que es la libertad de expresión y que nuestra justicia es garantista, por ende, no cede al acoso judicial por muy poderoso que sea el denunciante. Entiendo su molestia y su enojo, usted con esos aires de nuevo rico, se ha acostumbrado a que serviles lo adulen por su dinero, que sus empleados callen por miedo y que esto se confunda con respeto. Señor Arce, respaldar a un clan que ha empobrecido al Cesar, tiene un precio y el señalamiento social hace parte de ello. Tal vez usted cree que yo soy otro periodista prepago, de los tantos que hay en la ciudad, que no denuncian, ni hacen crítica y mucho menos, control social, porque tienen una agenda comprada con migajas por los políticos corruptos y su séquito de contratistas; por eso, en sus cuentas de Twitter y programas de opinión hacen política sin asco, acabando con su credibilidad y dejando en entredicho la verdadera tarea del periodismo decente, un tema que se ha desbordado en esta campaña política. Pero conmigo se equivocó de cabo a rabo.
Carlos Arce en vez de tratar de silenciar periodistas, como también ha intentado hacer José Guillermo “Pepillo” Yamín —aunque no lo ha logrado porque han fallado a mi favor dos tutelas, en segunda instancia— debería centrar su atención en ofrecer un mejor servicio en sus clínicas, donde todos los días hay una nueva queja.
Solo me resta decir que seguiré haciendo periodismo y opinión, aunque a algunos les moleste, particularmente en Valledupar, donde muchos poderosos se indignan cuando les sacan verdades a la luz o se hace pública la manera como han construido sus imperios económicos, con base en el robo y la sangre de inocentes. No es hora de callar y mucho menos de dejarse intimidar, el que tenga miedo que se compre un perro.
Por: JACOBO SOLANO C.* / @JACOBOSOLANOC