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¡Cómo me gustaría un buen uso del suelo!

El 21 de diciembre el departamento del Cesar festejó su cumpleaños número 49, ese evento me hizo hacer memoria de como llegué a esta hermosa tierra; fue a finales de los años ochenta que tuve la oportunidad de viajar por primera vez a este sector de la geografía colombiana, aún era muy joven y solo quería disfrutar mis viajes de aventura, recuerdo que San Alberto fue el primer pueblo al que llegue, dicho sea de paso no era muy grande para la época, mi viaje tenía un fin y era asistir a una parranda con Los Betos (Villa y Zabaleta) que se presentaban en las fiestas de Chimichagua. Más adelante de Pailitas (vía a Valledupar) se encuentra el corregimiento de Las Vegas, por ahí se llega hasta Saloa, otro caserío que está a orillas del río Cesar y que se confunde con las aguas de la Ciénaga de Zapatosa. Recuerdo como si fuera ayer porque estaban celebrando el festival del bocachico, fue muy agradable la estancia en ese lugar, además me quedé asombrado al ver unos árboles completamente blancos, que en vez de frutas parían garzas; al día siguiente me subí a un Johnson vía a Chimichagua y al llegar me encontré con un pueblo de costumbres ancestrales y mucha cultura ribereña, sus pobladores siempre han sido gente generosa y noble, son buenos tiempos los que he vivido en esta tierra mágica, llena de encanto y fantasía.

Hoy tres décadas después, que recurro a mis recuerdos y los comparo con la actualidad, me encuentro desconcertado, después de haber recorrido los valles y montañas de esta región, estableciendo vínculos y afectos, me doy cuenta que el departamento del Cesar ha perdido mucho de su potencial productivo, he visto desaparecer mucha tierra fértil y la minería nos ahoga, además la deforestación ya nos está pasando su cuenta de cobro, ver como el uso indiscriminado de las tierras de montaña y sus páramos, donde se pastorea animales que rompen la dinámica biótica del agua, contemplar el excesivo abuso agrícola causado por la siembra indiscriminada de palma de aceite, sabiendo que no hay agua, porque es de todos sabido que esta planta necesita grandes volúmenes de este preciado líquido y donde la única fuente de riego que utilizan son los ríos que surten a los acueductos municipales y veredales; y si a eso le sumamos la ganadería “a granel” que se ha encargado en gran medida de generar los altos índices de desertización en este departamento y que tiene en aprietos la sostenibilidad de los suelos agrícolas, podría decir cruelmente que se pueden presentar futuras tragedias, como sequías o inundaciones en un corto plazo.

Basado en el estudio de Conflictos de Uso del Territorio Colombiano, que desarrolló el Instituto Geográfico Agustín Codazzi –IGAC- donde afirma que el 64 % de los suelos del Cesar ya están catalogados como “no aptos“, me quedé sin respiro. Estas cifras prenden las alarmas para el departamento en donde, de las 2.258.583 hectáreas que lo conforman, el 64 % no hace buen uso de sus suelos. El mal manejo que se le da al suelo en la producción de palma aceitera, arroz, la minería, la deforestación y la ganadería son los principales problemas que contribuyen a la mala calidad de sus tierras, en donde hay tanto sobreutilización como subutilización.

A lo mejor este escrito sea un grito en el desierto, y pueda que no genere exaltación o asombro, aunque créanme, que me gustaría sirviera, para alertar y evitar futuras tragedias, tanto en épocas de lluvia como sequía.

Recordemos el desastre ambiental que sucedió en Casanare, en donde por factores como el cambio de uso del suelo en los páramos que abastecían la zona y la ganadería en exceso, aceleraron la sequía y produjeron la muerte de varios animales. Esto podría presentarse en nuestro departamento, en donde de manera épica se han tejido historias y miles de canciones en nombre de la naturaleza.

¡Cómo me gustaría…!

Por Miguelángel Sierra

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