El coco, ese exótico fruto presente en casi todos los litorales marítimos del mundo entero, tiene sus orígenes en el sur del continente asiático y fueron los portugueses quienes lo trajeron a américa.
En todos los países del Caribe que tienen climas tropicales, el coco ha llegado a hacer parte de la canasta familiar, siendo en las ciudades de nuestra costa el arroz con coco la “pega” perfecta para el pescado frito con patacones, con su pizquita de dulce aderezada con pasitas, dándole a esto un verdadero toque gourmet; en tanto que en la región del Sinú, el arroz con coco de sal acompaña diariamente cualquier platillo de la cocina tradicional.
En islas como cuba, puerto rico, Haití, dominicana y en la Colombia tropical, el vendedor de coco es un personaje venerable siempre presente en sectores comerciales y turísticos, endulzándonos el oído con su pregón, ofreciéndonos en días de intenso calor: Coco de agua, coco de agua, un verdadero deleite que nos refresca, hidrata y reconforta principalmente cuando la pulpa esta tierna y seductora acariciándonos el paladar.
En la década de los años 40 el cantante antioqueño Jorge Monsalve ‘Marfil’ para la farándula, anduvo por Argentina y allí grabó con la orquesta del gaucho Eduardo Armani un porro sin registro autoral titulado ‘El vendedor de coco’, una verdadera joya de la música costeña y que aún permanece ahí, burlándose de los años que van y vienen. Recuerdo algo de su letra: Cuando llego a Santa Marta, Cartagena o Barranquilla/ no se asuste del calor/ y si el vendedor de coco/ no ha llegado todavía/ espere usted si señor/ y escuche su pregón: llegó el coquero, que ricos cocos/ llegó el coquero que frescos son.
En una animación de la canción se escucha claramente: coco, coco a chavo el coco.
En esa década del 40 el peso estaba a la par del dólar y hoy en el centro de Barranquilla o Cartagena, 50 años después un coco de agua vale dos mil pesos, precio quizás acorde con la forma como se ha devaluado nuestra moneda.
Saliendo de la arenosa después de cruzar el puente sobre el Magdalena le ofrecen cocos hasta en racimos a mil y mil quinientos pesos y bien fríos.
Valledupar la ciudad de los Santos Reyes, tan hospitalaria, sonriente y cordial es la única ciudad del globo terráqueo donde a uno lo atracan con un coco. Son tres, no los vendedores de cocos, sino los traficantes de coco; el que está en la esquina del Loperena, el que se parquea al frente del Bancolombia de la novena y el de la plaza Alfonso López, que tienen el descaro, al abuso, el cinismo y la mala fe de pedir entre cuatro y cinco mil pesos por un coco, que previa labor de inteligencia sé que solo pagan de quinientos a mil peso por cada uno.
En una reciente visita a EL PILÓN mi amiga, la periodista deportiva Tatiana Orozco, me suplicó tras un bostezo de largo metraje que le obsequiara un coco de agua ya que tenía horario extendido sin chance para ir a almorzar. Con muchísimo gusto salí en busca del coco y el bellaco de la carretilla me arrancó cinco tablas por él y de vaina no me cobró el domicilio. Mi amiga quedó complacida y yo con la sensación de sentirme atracado por un coco.
El que quiere gusto, paga gusto, reza el refrán, pero es que es bueno culantro pero no tanto. Menos mal que yo como poco coco como, poco coco compro, y muy pocas veces una cocada.