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Matrimonio de Gonzalito Cotes

Por: José Gregorio Guerrerro

Me arriesgaré e escribir de Gonzalito. Hombre de confianza de López Michelsen; de temperamento árido, pero buen amigo al fin. Me cuenta “Chemita” que el episodio ocurrió hace más de cincuenta años.  Gonzalito Cotes se casó con Zoraida Picassa una maña fresca de cualquier mes.

El padrino de la boda fue “Miro” Bolaños. La recepción se llevó a cabo en el barrio La Garita, en casa de la novia. Antes solían casarse bien temprano con el fin de durar más tiempo casados (hoy ocurre todo lo contrario). Gonzalito era un hombre jacarandoso, diría yo que en el caminar el juez de caracteres más mísero lo puede definir a un kilometro de distancia. Ese día vestidos ambos de blanco y ya reunidos en el patio de la casa con invitados exclusivos de los cuatro puntos cardinales de la población se inicia el festejo.

El novio manda a su concuñado Cesar Acosta a comprar una caja de whisky marca Monje, y este para quedarse con los vueltos compra una de ron de caña. La vianda fue comida de monte, iba desde guarda en sumo de coco, iguana desmechada, morrocón de 14 pintas, venado en cecina, tres chivos con sus asaduras. Se atendieron a los invitados a cuerpo de rey. Ya a las dos de la tarde, y entonados con el ron de caña, el novio quería probar la novia, pero la muchedumbre se lo impedía; este muy disimuladamente les decía que él iba a dormir porque casi no había podido dormir pensando en el abandono de su soltería, pero los invitados hacían caso omiso al mensaje subliminal de Gonzalito. Este no tuvo más solución que ir a casa de “Came” su señora madre y buscar a “Regalito” un perro blanco, boca negra alimentado con agua de panela; era una fiera salvaje; así que el novio llega a la fiesta de regreso con su perro encadenado y lo suelta en la sala. La los invitados cuando vieron a Regalito parece hubiesen misto al mismo diablo.

Los hermanos Adelina y Adalberto Verdecia de un solo brinco volaron una cerca de un metro de alto; Aníbal Martínez lo guardaron en un escaparate, mi tío Adam Ramírez, Mere, y mi señora madre se encaramaron en un árbol de mango; Elvia Galindo y su enamorado Ismael Prado terminaron en el techo de la casa, ¡como se subieron? Nadie lo sabe, aun ni ellos mismos. Después que lograron amarrar a regalito, los invitados iban a linchar al novio, pero este logró fugarse con su novia agarrada de la mano centro a centro por la calle del Cesar. Hoy solo recuerda viejas historias y sonríe lleno de nostalgia. Este es otro que me ayuda a mirar el mar.

 

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