El Plan en la poética del canto vallenato es motivo de fascinación, dos mujeres hacen historia en el paisaje de ese pequeño pueblo incrustado en la serranía. La primera es la vieja Sara, la madre de Emiliano Zuleta y Toño Salas, colosos juglares del canto. La otra es Matilde Lina, la musa del poeta Leandro Díaz.
En la década de 1950 ya en el mundo musical del vallenato el nombre de la vieja Sara era conocido porque Rafael Escalona la hizo famosa con un merengue y el regalo de un corte blanco con su collar en el que le pedía: que haga un traje bonito y flequetee por El Plan.
Vecina a la vieja Sara vivió Adelaida Soto con Pedro Antonio Negrete, entre sus hijos, Pedro Daniel y cuatro hermosas doncellas: Cecilia, Telesila, Aura y Matilde Lina. Pedro Daniel tocaba el bombo y la caja, en ocasiones era el cajero que acompañaba en parranda a Toño Salas. Esta amistad y cercanía dio frutos amorosos, dos hijos de la vieja Sara se casan con sendas hijas de Adelaida: Toño con Telesila, Carlos Jeremías con Aura. Cecilia hizo hogar con Miguel Salas (sobrino de Sara) y Matilde Lina con Luis Alberto Zequeira.
Entre los años de 1960-68 con frecuencia Leandro Díaz viajaba de San Diego a El Plan a parrandear con Toño Salas. Las hermanas Negrete disfrutaban de las notas y los versos de estos colosos de la música. Matilde Lina aprovechaba los descansos para hablar de las hermosas canciones con Leandro, y éste cuando volvía a cantar la sorprendía con sus versos. A Toño Salas le gustaba que ella fuera a las fiestas, porque Leandro desarrollaba más su talento de verseador.
Luis Alberto Zequeira tenía otro hogar en La Jagua y al final terminó sus relaciones con Matilde. Al enterarse Leandro de esta situación viajaba con mayor interés a El Plan con el pretexto de parrandear con Toño Salas y aprovechaba para visitar a Matilde. Ella cuenta que “cuando hablaba y tamborileaba los dedos en el taburete donde estaba sentado. Y en esos viajes y visitas, con delicadeza le agarró el brazo y le dijo: “Matilde, no te veo, pero te siento”. Pero ella lo admiraba por sus canciones y jamás pensó en otro tipo de relaciones.
En septiembre de 1968, los seguidores de Toño Salas y Leandro ya escuchaban la canción:
Un mediodía que estuve pensando
En la mujer que me hacía soñar
Las aguas claras del río Tocaimo
Me dieron fuerzas para cantar….
Esto confirma que la poesía es un diálogo interior, es la íntima reflexión con el paisaje, con el entorno y con las cosas que producen asombro. Es una intención meditada de hablar con imágenes y metáforas de la vida, del amor y de la muerte.
Cuando Matilde camina/ hasta sonríe la sabana. Es una imagen original (adánica) en la composición vallenata, y en literatura se conoce como prosopopeya o personificación que consiste en la atribución de vida o cualidades humanas a objetos o cosas inanimadas.
Matilde dice que escuchó la canción por primera vez en Villanueva, en una parranda que la tocaba Toño Salas, quedó sorprendida de la emoción, pero le gusto más cuando la escuchó grabada por Alfredo Gutiérrez en 1970 en el L.P. titulado Matilde Lina y otros éxitos.
Este año el Festival de la Vela del Marquesote de La Jagua del Pilar fue en homenaje a Matilde Lina; la musa del maestro Leandro Díaz que muchas veces llegó a La Jagua y cogió el camino que va para El Plan.
DÉCIMAS A MATILDE LINA
Por José Atuesta Mindiola
I
Esa hermosa cabellera
un racimo natural
con aroma matinal
regodeaba su cadera.
El sol de la primavera
en sus pies se detenía,
un suspiro en melodía
a su cuerpo enamoraba
y cuando ella caminaba
todo el pueblo sonreía.
II
Un cantor enamorado
se jugaba el desafío
y en las orillas del río
recordaba lo soñado.
En ese instante hechizado
del trovador invidente
la musa envuelve a su mente
y en el vuelo de un turpial
un canto se hace inmortal
para el alma de la gente.
III
Esa canción es del tiempo
como luna en la colina,
su nombre Matilde Lina
que siempre suena en el viento.
Del canto es un monumento
pentagrama de poesía,
su autor es Leandro Díaz
este lírico cantor
con sus pinceles de amor
pintó bellas melodías.
Por José Atuesta Mindiola