El ataque al semanario Charlie Hebdo es una muestra de que el terrorismo se alimenta de matar, esta vez fueron tres extremistas islámicos, en un atentado tan primario como brutal contra un grupo de periodistas y caricaturistas, con un saldo de 13 víctimas fatales, un acto que raya con la locura, y por el motivo de siempre, el fanatismo religioso y político que no tolera la libertad de expresión y acude a prácticas horrendas para tomar venganza. Lo mismo pasa en Colombia, aquí también tenemos terrorismo del bueno y de exportación. ¿Qué diferencia hay entre los hermanos Said y Chérif Kouachi y ‘El Paisa’ de la Teófilo Forero?
Por estos días el debate está abierto y es fácil toparse con opiniones que de alguna manera justifican lo ocurrido: “es que se pasaron”, “ofendieron la religión”, “es que hay límites”, incluso algunos se aventuran a predecir que “aquí también ocurrirá lo mismo”, como si ya no hubiese pasado ¿Ya olvidaron los asesinatos de Jaime Garzón y muchos otros, con los que pretendieron coartar la libertad que tiene todo individuo para expresarse, que para contrariedad de muchos no tiene límites? La diferencia con el mundo civilizado es que sociedades como la francesa llaman al terrorismo por su nombre y la gente se moviliza en su contra; aquí, se trata de matizar con un discurso político, en busca de una falsa paz, con tintes protagónicos.
Mandatarios, como Santos, ejercen su poder para censurar y aplastar a quien no comulga con sus ideas. Quienes argumentan lo que pasó en Paris, validan el terrorismo y responsabilizan a los que tienen como arma un lápiz; no señores, los caricaturistas de Charlie Hebdo, expusieron opinión, su derecho al sarcasmo y a ridiculizar un mundo dominado por religiones, políticos y dioses que la misma humanidad se ha inventado para solventar sus falencias, culpas y atrocidades, insertadas en la condición del ser humano malo y perverso, que nació para desahogar sus frustraciones acabando con la vida de otros. Para vivir en una sociedad civilizada, nos falta mucho, debemos aprender a respetar lo que el otro diga aunque no nos guste, al fin y al cabo cuando de verdad se exceden los límites y se convierte en calumnia, está la opción de acudir a la ley que dirime en estos casos. Porque si la solución es matar, armémonos todos y solucionemos a lo salvaje, la naturaleza del idiota es atacar lo que no entiende y si viene cargado de humor, irrita hasta tal punto que despierta absurdas y aberrantes actitudes, más aún, en estas sociedades dominadas por el silencio cómplice de la opresión.
Los que ejercen poder, tratan de mantenerlo a costa de la intimidación o la compra de conciencias, un mundo hipócrita, falso y aparente, en el que por lo general, los malos se hacen pasar por buenos y se ofenden cuando alguien les dice la verdad, padecemos el síndrome de esquizofrenia colectiva y se nota en la calle, en las redes sociales, en la casa; hasta llegar a matar por matar, por ideales religiosos o políticos, por un celular, por amor, por una herencia o por lo que sea. Pero matar, siempre será acabar con los sueños de alguien y es lo que muchos no entienden, ese fue el discurso Nazi y ahora el de Al Qaeda, el Estado Islámico, las Farc, los paramilitares. Matar es matar, privar de la vida y la vida es sagrada, está por encima de todo. El que mata se condena.
@JACOBOSOLANOC