Al cerro de Hurtado subí por primera vez cuando tenía 12 años, fue una experiencia que no he podido olvidar, una aventura que repetí varias veces con Eva, Efra y el famoso Pame, los hijos de Carlitos Espeleta (q.e.p.d.), en medio del bosque seco tropical, conociendo especies, comiendo algarroba, cazando iguanas y disfrutando de algo que cualquier ciudad del mundo envidiaría y valoraría: una reserva única con gran variedad de fauna, un tesoro que debería tener un plan de manejo especial para evitar ser tocado, pero la ignorancia de la “elite” dirigente de nuestra ciudad (la cual me da mucha risa), en estos temas, es asombrosa y se fusiona con el excesivo apego a la destrucción del medio ambiente, tumbando bosques para ganadería extensiva, robándose el agua del río Guatapurí e intentando hacer en sus orillas casas de recreo, como el proyecto Colina de Hurtado, para sacar dinero y ostentar en un conglomerado que no sabe en realidad lo que representan el agua y el aire para el futuro, ni siquiera en tiempos de cambio climático y pandemias, situaciones que nos han dejado tantas lecciones.
Pero en Valledupar no entienden, ni entenderán, que el responsable de semejante ataque es el exconcejal ‘Pepe’ Yamín, que sin licencia y con una dudosa propiedad privada le metió maquinaria pesada para destruir el 30 % de la reserva, argumentado ser primo del alcalde Mello Castro, para construir 40 viviendas que en promedio costarían 800 millones y que darían un total de 32 mil millones de pesos, ¡negociazo! Esto ni a José Arcadio Buendía, en Macondo, que le gustaba tanto el dinero y hacer locuras, se le hubiese ocurrido. Bien lo dijo García Márquez: en nuestra tierra la realidad supera la ficción.
Pero esta no es la única amenaza contra el cerro: está la empresa DPA, que en el mediano futuro no puede seguir en el centro de la ciudad, afectando una reserva ambiental y un río; también está la tal “Casa en el aire”, una absurda idea del exalcalde Tuto Uhía, en complicidad del ambientalista Tomás Darío Gutiérrez, quien siendo su funcionario no se opuso a semejante despropósito, una obra plagada de corrupción y mala planeación que debe ser demolida a través de una acción popular como ocurrió con el edificio Acuarela en Cartagena.
El cerro que en el mes de marzo se viste de amarillo con cañaguates y puys para mostrarnos su esplendor, hay que protegerlo con conciencia ambiental, reforestación y senderos ecológicos, para que las nuevas generaciones valoren nuestra biodiversidad. Un puente tallado en madera de arquitectura indígena para paso de fauna en la carrera cuarta sería una gran apuesta.
Por ahora, la masacre está suspendida por la presión ciudadana, pero como las entidades en nuestro departamento están tomadas por la corrupción, es una batalla de la sociedad civil que apenas comienza y sobre todo del alcalde Mello Castro, quien por cuenta de su primo se puede tirar su gestión y su futuro político, si deja prosperar esta locura; dejar a Valledupar sin su cerro tutelar, por toda la biodiversidad, es tan grave como quitarle a New York el Central Park o a Bogotá el parque Simón Bolívar. Así que todos los que queremos esta ciudad debemos decirle a esa “elite” anclada en el pasado feudal que la ciudad creció y cambió, que las nuevas generaciones sí piensan en el medio ambiente y las decisiones de ciudad no la pueden tomar unos pocos barbaros inconscientes, ni por mucho dinero que tengan, sino por consenso y con veedurías que fortalezcan la identidad, la cultura y la vida.