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Más sobre la sede Caribe de la UN

Por: Raúl Bermúdez Márquez

Por fin la dirigencia política del Cesar se pellizcó en el tema de la sede del caribe continental de la Universidad Nacional de Colombia. Por fin se entendió que es una bandera a la cual no se le puede bordar nombres y apellidos, y que en función de ese mal entendido no se podía definir el apoyo o el rechazo a la propuesta.
Cuando el pasado gobernador, Cristian Moreno Panezo, se echó al hombro la iniciativa algunos de los que hoy se rasgan la vestidura porque el proyecto esté aún en la nebulosa, lo miraban de manera despectiva y lo consideraban como “otra de las locuras del negrito”. Se llegó al extremo de sabotear dos veces consecutivas la publicidad de la valla que anunciaba el acontecimiento en el lote de 50 hectáreas de La Paz y no contentos con eso, se llevaron hasta la estructura metálica. Otros, de manera farisea se daban golpes de pechoporque, ¿Como así que se seguía abandonando a su suerte a la Universidad Popular del Cesar  y se optaba por invertir enormes recursos en una utopía irrealizable? De mi parte, esta es la cuarta vez que me refiero al tema. Y en esta ocasión, lo primero que tengo que aclarar es que soy de las entrañas de la Universidad Popular del Cesar. Hace más de 30 años que me desempeño como profesor de carrera de la institución y el que se meta con ella, se mete conmigo porque los lazos de identidad y de afectividad que he desarrollado con la UPC se pueden asimilar a los que un buen padre forja con sus descendientes. Y los buenos padres saben lo que más le conviene a sus hijos. En mi caso, como egresado que soy de la Universidad Nacional de Colombia, en la modalidad de postgrado, tengo perfectamente claro que si alguna institución se beneficia de la apertura de la Sede Caribe continental de la UN en La Paz, a 10 kilómetros de Valledupar es precisamente la UPC.
¿Qué ganaría la UPC con que se establecieran universidades de garaje en nuestra zona de influencia?  Nada. Todo lo contrario, corre muchos riesgos: dormirse en los laureles, dificultades para detectar sus falencias, descuido de los procesos de acreditación por alta calidad, orfandad para el acompañamiento de sus procesos de docencia, investigación y extensión, etc. ¿Qué ganamos con el establecimiento de la UN u otras de gran prestigio  en la región? Mucho. Sólo voy a referirme a lo más relevante: las alianzas estratégicas que podremos establecer con ellas, in situ, no solo a distancia. La experiencia de las universidades de Antioquia es ilustrativa. El entronque, la credibilidad y las relaciones constructivas que han forjado con el Estado y el sector productivo se lo deben a una fórmula sencilla; en vez de competir, se complementan. Cada una aporta lo que tiene en los macroproyectos y convocatorias nacionales e internacionales en las que participan, y eso, la mayoría de las veces, les ha reportado muchos dividendos académicos, financieros y sociales.
De hecho, desde hace más de un año la UPC, con la vicerrectoría de investigación  y extensión liderando ese propósito, ha logrado unos resultados que de manera aislada hubiesen sido impensables. Con las universidades Nacional, Antioquia, del SUE Caribe y algunas del extranjero participamos en la ejecución de varios macroproyectos de gran impacto, acudiendo a modalidades de alianza: como uniones temporales o convenios interinstitucionales. Eso ha disparado nuestros indicadores de desempeño y nos ha hecho escalar peldaños importantes en los “rankings” de educación superior a nivel nacional.
Bienvenida pues la Universidad Nacional al Cesar, y bienvenido también el clamor regional que ya se siente, para que la iniciativa no se diluya en la maraña que han tejido los detractores abiertos y solapados de tan trascendental iniciativa.

raubermar@yahoo.com

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