Nuestra tradición cultural se remonta bastante atrás de los tiempos idos, cuyas fuentes permanecen abiertas o solapadas en la civilización americana, así sea contra la voluntad rabiosa de algunos.
Lo cual quizás convenga recordar en la época actual cuando toda la sociología se está presentando como un revoltijo de cosas que venidas del pasado no han alcanzado a ser digeridas del todo o son despreciadas por nuevos actores sociales contemporáneos, más interesados en el inmediatismo de los divertimentos, que en preservarla, con todas sus consecuencias antropológicas éticas.
Hace muchos siglos existió Helade, Grecia, situada en el noreste europeo, cuando el resto de Europa estaba absolutamente cubierta por tribus bárbaras que le dieron mucho que hacer al Imperio Romano, única ínsula civilizada de esa geografía.
Después de haber sido república, Roma se forjó por la fuerza de las armas invasoras, un enorme imperio geopolítico extendido en buena parte de Europa y en el oriente. Para su mejor gobierno, dividió su administración entre el Imperio de Occidente, con capital en Roma, caput mundi, y el Imperio Oriental, cuya capital fue la nueva Roma o Constantinopla; este imperio fue el más prolongado y el que finalmente preservó la civilización grecorromana que finalmente el cristianismo coronó con los mayores y mejores atributos del espíritu humano.
Si bien es cierto el Imperio Romano conquistó Grecia por las fuerzas de las armas, Grecia conquistó al Imperio Romano con el donaire de su cultura integral, con su “paideia”. He aquí el gran acervo de lo que llamamos civilización grecorromana-cristiana, en la que Grecia aportó la especulación filosófica, Roma el Derecho plasmado en las compilaciones justinianas y otrias, y el cristianismo la religión universalista.
España fue una de las regiones agraciadas doblemente con la recepción de esa civilización, por una parte y por la otra, con la de la cultura árabe-musulmana, tan generosa en tantos aportes inestimables. Pero España tuvo no pocas retribuciones para Roma, sino magníficas, representadas en grandes emperadores y papas españoles de la mayor significación.
Esa riqueza grandilocuente fue lo que expedicionarios y misioneros cristianos trajeron a América, que le ha dado identidad y unidad al continente americano, y hecho fructificar en tantas áreas del saber. En los últimos años, sin embargo, se ha venido dificultando la convivencia de sus habitantes, especialmente en el sur del continente. No siempre sus indígenas fueron bien tratados por los recién llegados, lo mismo que por los criollos. Los mestizajes biológicos también han dificultado esa convivencia, lo que debería ser lo contrario. Actualmente estamos asistiendo a una rebelión social y política como consecuencia de eso, y otras causas verdaderas e inocultables, y hay un nuevo factor explosivo que está irritando los lazos de fraternidad, algo que vino de fuera y que aquí encontró un caldo de cultivo: el marxismo-indigenismo. Desde los montes de Pueblo Bello.
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Septiembre 29 del 2021.