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Martes 13: qué sería mala suerte para el Cesar

En martes ni te cases ni te embarques, y si es 13 rece. El martes 13 se asocia en el mundo hispanoamericano con un día de mala suerte.

En EL PILÓN no creemos en las supersticiones de los días malos y los buenos pero acogiendo un sentimiento que se torna útil para representar un amargo suceso haremos un ejercicio de cuáles serían, entre otras, unas malas noticias:

Que continúen llegando los peores ‘malandros’ de la Nación a las cárceles vallenatas. Se podría decir que aunque eso no genera per se una explosión del crimen es deseable que no se recluyeran aquí sino en otras latitudes.

Es dura suerte que el Alianza bajara a la B, después de haber creado tan buena expectativa. Para conjurarlo está la receta: la alianza social, empresarial y gubernamental para rodear al equipo.

Es una mala suerte que los escenarios deportivos de Valledupar quedaran sin la celebración de buenas competencias este año 2024. Sería una pérdida de un lucro social y económico cesante para la ciudad.

Es pésima suerte no lograr las obras comprometidas por Petro en el Plan Nacional de Desarrollo como la navegación del río Magdalena, las dobles calzadas de Valledupar hasta San Roque, por el sur, y de Valledupar hasta Maicao por el norte.

Si no se logra la recuperación del río Cesar, en el gobierno que se precia de ser el más ambientalista, construyendo la planta de tratamiento de aguas residuales, PTAR, de Valledupar; y si no se logra la rehabilitación de la Ciénaga de Zapatosa.

Es una mala noticia, y una suerte de perdedor que El Niño se amañara y se quedara chupando la seca energía de la madre tierra, de modo que todos los esfuerzos de mitigación fueran inútiles.

Es una mala noticia que el aeropuerto Hacaritama de Aguachica se convirtiera en otro elefante blanco, que no lo levante ninguna bocanada de aire.

Es una mala noticia que Emdupar intervenida no encuentre la millonaria financiación necesaria para reponer las redes, mejorar la optimización de la planta de tratamiento de agua y que sigan los barrios pobres de la ciudad, sin almacenamiento en las casas, llevando la peor parte de la escasez.

Es una señal de suerte desgastante que los cesarenses y los guajiros sigan pensando más en peleas de los políticos nacionales y no en el problema de la cuadra, barrio o de la población en que se vive.

Es una mala suerte que los niños indígenas menores de 5 años en la alta Guajira a pesar de los cacareados anuncios de ayuda estatal sigan muriendo y que se descubra la verdad: que en la baja Guajira y en el Cesar los índices de muertes de menores son las más altas, después de los del desierto de los wayú.

Es mala suerte que en Venezuela nunca se pueda recuperar la economía, ni la democracia. Ni el comercio de frontera.

Es mala suerte que una vez más sigan mejorando los indicadores de ‘pobreza monetaria’ en el país, menos en el Cesar y La Guajira.

Es mala suerte que después de apostarse al cobre como material estratégico para los componentes de la generación de energía renovable, las restricciones ambientales del mismo gobierno eviten su extracción minera. Y es también horrible suerte que no hallemos en esta región un reemplazo de los ingresos de la minería.

Categories: Editorial
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