El territorio de Mariangola fue desde épocas anteriores a la independencia sabanas de pastoreos y caminos reales de viajeros; pero sus orígenes como hato ganadero se remontan a la mitad del siglo XVIII, y obedecen al proceso de expansión de las fronteras agrícolas y ganaderas de Valencia de Jesús, en ese entonces, tercera ciudad de la provincia del Magdalena. El historiador Hermes Tovar Pinzón, en el libro Grandes Empresas Agrícolas y Ganaderas: su desarrollo en el siglo XVIII, testifica que “Bernardo Campuzano, español, residente en Valencia de Jesús, poseía en 1745, un hato en las sabanas de Mariangola. Era un ganadero que sostenía relaciones comerciales con hacendados de Valledupar, Mompox y Cartagena”.
El cronista Luís Striffler en su libro Río Cesar, comenta que “el dos de marzo de 1876, después de permanecer en la hacienda El Diluvio disfrutando de las atenciones de Urbano Pumarejo, salieron para Valledupar y pasaron por una sabana en la cual había una casa a un lado del camino, pero muy modesta y reducida era la hacienda de Mariangola”. La casa que describe Striffler, era tal vez la casa de los hermanos Castañeda, quienes meses antes habían llegado a las sabanas de Mariangola.
A propósito de esta familia, uno de sus descendientes, Francisco Quiroz Castañeda, hijo de Feliciana Castañeda y el valenciano José María Quiroz, anotaba en una declaración hecha ante el inspector de policía de Mariangola, el señor Eleuterio Atuesta en 1962, que: “Mi mamá Feliciana me contó que ella con mis tíos Inocencio, Marcos, Luís y Olivia salieron de Mompox, en enero de 1875. Inocencio que era el mayor llegó con su mujer, María de Jesús Calderón. La situación era de guerra y calamidades, su papá había fallecido, y salieron buscando mejores horizontes, viajaron muchos días, hicieron varias estaciones y llegaron a El Paso, ahí lograron trabajar en vaquería, pero por la muerte repentina de su mamá, prepararon viaje y llegaron a estas sabanas el 14 de septiembre de 1875”.
Testimonio de María Ruiz Quiroz: “El trece de septiembre en horas de la tarde comenzaban a llegar los devotos del Santo Cristo con sus burros, provisiones y buen ánimo. A orillas del río Mariangola se escuchaba el grito de los valencianos que eran los primeros en llegar, con el chirrinche que traían de Pueblo Bello. En la casa de mi abuela y de mi papá se acomodaban los visitantes que disfrutaban suculentos platos de sancocho de chivos, carneros y cerdos, y se bailaba con la música de los acordeones de Eusebio Ayala, Juancito Granados y Saúl Betin”.
Las fiestas del Cristo permitían que muchas personas se conocieran y se enamoraran: Leticia Molina, venía de Valencia a bailar merengue en las fiestas del Cristo, con su pollera de flores y con su donaire conquistó el corazón de Francisco Quiroz. También, Juancito Granados se conoció con Ángela Ochoa, Antonia Ayala con José Francisco Pretel, Chencho Flores con Elodia Betín, Julia Ruiz con José Mendoza, Juana Ochoa con Cipriano Acuña, José Ruiz con Bárbara Rodríguez, y María Ruiz con Braulio Mojica.
Por su parte la señora Ana Susana Quiroz Molina, hija de Francisco Quiroz y la valenciana Leticia Molina, dijo: “Yo recuerdo a mi abuela Feliciana, era una mujer morena y alta como yo, ella hacía la velación del Santo Cristo; cuando ella murió yo tenía algunos 15 años y mi papá siguió haciendo la velación. Aquí venían los músicos Juancito Granados de Camperucho, Eusebio Ayala de Caracolí y de aquí tocaban Juan Yanet. Cuando llegó la señora Juana Ochoa, ella trajo un equipo de música, ya yo era mayor de edad y con el permiso de mi papá yo me llevaba el Santo Cristo para hacer los bailes donde ella”.
La señora Juana Ochoa traía mercancía de Valledupar y Pueblo Bello, venía varias veces durante el año y en especial en víspera de fiesta, aquí tenía sus hermanos y se bajaba en la casa de Virginia Ochoa. La señora Juana se conoció con el momposino Cipriano Acuña, quien traía mercancía de Caracolicito; se unieron por los lazos del amor y el comercio, y organizaron la primera tienda en Mariangola. La tienda la instalaron en la casa que era de Sabas Ruiz, quien festejaba con merengues las octavas del Santo Cristo. Juana Ochoa siguió con esta tradición. Después, ellos hicieron casa a orilla de la carretera y organizaron mejor su tienda y el salón de baile.
Por esos tiempos llegó la maestra Juana Mindiola de Atuesta y ya no se escuchaban los acordeoneros de viejos juglares tocando merengues en la velación; en cambio, sí estaba de moda el salón de baile de Juana Ochoa con un potente tocadiscos de bocina metálica. La maestra se aprovecha de la influencia de su madre, Sara Corzo, para visitar en Valledupar al sacerdote José Agustín Mackenzie “Guarecú”, y pedirle en regalo la imagen en bulto del Cristo, y lo invita que vaya al pueblo a celebrar la santa misa. En efecto, el 14 de septiembre de 1955 es celebrada la Eucaristía en el aula de la escuela. Al año siguiente se saca la primera procesión y durante todo el recorrido el carguero del Santo fue el estudiante Luis Martínez, más conocido como Lucho Leandra. Para el año siguiente, sería mayor el fervor religioso.
En 1961, el ganadero Pepe Castro regala un Santo de mayor tamaño, lleva una banda musical y Monseñor Vicente Roig y Villalba celebra la Eucaristía y, con un grupo de sacerdotes acompañan al pueblo en la procesión. La maestra está feliz, su sueño de magnificar la fiesta del Cristo era una realidad.
Con la fiesta organizada y el poblado ascendido a corregimiento (1958), la maestra y los devotos del Cristo ven la necesidad de una iglesia. Comienzan a trabajar en ese propósito. Monseñor Vicente Roig y Villalba pone la primera piedra. La comunidad católica, líderes cívicos y el apoyo de la diócesis, gestionan con entidades oficiales y particulares los recursos para su construcción. Y desde 1972 Mariangola luce con orgullo su templo. A comienzos de 1980 llegó al poblado un seminarista (hoy Obispo), Pablo Salas Antelís y es ordenado sacerdote el 2 de diciembre de 1984; regresa al pueblo y asume con bríos la misión de catequizar feligreses; fortalece la comunidad pastoral, que hace presencia en todos los eventos que convoca la Diócesis de Valledupar. Por méritos Mariangola es erigida en parroquia desde marzo de 2003. El 14 de septiembre del 2008 Monseñor Oscar José Vélez Isaza obispo de Valledupar restaura y consagra el templo. La parroquia ha tenido dos sacerdotes: Alfredo Guerra Nasser y el actual Miguel Ángel Rincón.
Por José Atuesta Mindiola