No estamos hablando de las marchas del presidente Petro. En Colombia y en sus entidades territoriales, cada cuatro años se teje un mundo de expectativas alrededor de un nuevo gobernante y sus apuestas de gobierno.
Es una pregunta pertinente a raíz de la decisión del Consejo de Estado que le ha dado continuidad y estabilidad institucional al departamento al rechazar la demanda en contra de la elección de Elvia Milena Sanjuán, como gobernadora del Cesar.
La estabilidad y la certidumbre son aspectos positivos y facilitan la gestión de gobierno. No han sido buenos aquellos periodos de sobresaltos en nuestra región. Pasa factura: solo ver la inestabilidad que tuvo en la última década el hermano departamento de La Guajira, con 8 gobernadores, entre elegidos y encargados. Parte del agravamiento de su situación social se debe a las secuelas.
Esta vez se trata de una mujer, lo que genera novedad y frescura, que, además se percibe dinámica y elocuente.
Juega a su favor que ha propuesto obras ambiciosas, principalmente en infraestructura, terminando algunas obras en Valledupar (Parque de la Vida y Colegios, CCMV, Anillo Vial Occidental, santuario del Eccehomo, ida a Manaure) y las proyectadas de la Avenida del río y su paralelo largo ecoparque o malecón en su margen derecha, la rehabilitación de la Avenida Los Cortijos, o vías como Mariangola – Villa Germania.
Cuenta con cuatro elementos a favor: un matrimonio institucional con la Alcaldía de Valledupar, principalmente, lo cual es plausible para la comunidad; recursos importantes de regalías y un crédito recién aprobado de más de 300.000 millones de pesos; cierta sintonía con el gobierno nacional (no correspondida) tejida por las relaciones de los congresistas aliados que son todos los del territorio; autorizaciones amplias de la Asamblea, de los políticos gobernantes y escasa vigilancia de los órganos de control, empezando por el contralor Departamental.
Claro. En este aspecto en el Cesar, en los últimos periodos de gobierno, ha habido continuidad, entre uno y otro mandato, ya de décadas, de una hegemonía política, que, a nuestro juicio es tan cerrada, que entra a reñir contra el principio de democracia participativa y de oxigenación que requiere el ejercicio de gobernar y alternar en el poder. No es oposición sino convicción y lealtad a nuestras políticas editoriales que hace 15 años nos fijaron, entre otros, la promoción de la democracia y los valores democráticos.
Esas perpetuidades no son buenas, y además suelen corromper las instituciones. La gobernadora se eligió dentro de una estructura política, que realmente no es exclusiva de esta sección, de mucho dinero particular, contractual y oficial.
¿Cuál ha sido el nivel de desarrollo del Cesar en los últimos años? ¿Su avance ha estado al mismo ritmo de los periodos de gobierno anteriores al férreo control? ¿Ha habido total transparencia y alto grado de confianza en los procesos de contratación y manejo de los recursos públicos? ¿Además de algunas obras físicas por mostrar, sí se han logrado mejorar los niveles de pobreza y bienestar de los habitantes del Cesar?, son preguntas que se hacen. La misma gobernadora Sanjuán al iniciar, en la Asamblea, manifestó que se había hecho en infraestructura pero los indicadores sociales no eran satisfactorios y prometió un giro hacia los proyectos productivos generadores de empleos, pero no se han visto. Los pocos, que venían, como Agricel, dejan mucho qué desear. La interlocución con los gremios productivos, representados en el Comité Intergremial del Cesar, o las Universidades, en el Comité Universidad Empresa Estado o el Consejo de Competitividad es escaso, y sorprende dada su insinuada capacidad de liderazgo de actitud y cordialidad.
Los alcaldes ven en ella a una buena interlocutora, aunque algunos dudan de su decisión y autonomía para gobernar, debido a la sombra que la cobija. Sin embargo, hay proyectos y programas en ejecución direccionados por ella y con cofinanciación del departamento. Pero también hay quejas de la concentración de ellos en Valledupar.