Cuando un representante de las distintas autoridades o algunos miembros de importantes corporaciones cometen acciones irregulares, sus jefes se disculpan argumentando que son manzanas podridas aisladas, pero por la frecuencia de las actuaciones indebidas en las cuales aparecen involucrados por lo menos uno de los integrantes de tan altas instituciones encargadas de conservar el orden y la seguridad ciudadana, pareciera que la mayoría de las manzanas están podridas.
Lo peor de esta podredumbre es que los corruptos, que son muchos y no pocos como suelen decir, cuando los denuncian o los descubren, sin ningún rubor niegan los delitos cometidos, además abiertamente alegan que no pagarán condenas por prevaricaciones en los cuales sus colegas de oficios a menudo también andan implicados.
Los medios forman escándalos que se diluyen por los prolongados procesos, en los cuales llaman a declaraciones a los supuestos responsables, que a la larga quedan libres de toda culpabilidad y después no es raro verlos envueltos en los mismos problemas.
En Colombia y países similares, la corrupción cada día es mayor porque hay más gente sin oportunidades laborales decentes, y los bien educados quienes son los que ocupan los cargos de importancia, aprovechan el cuarto de hora para usurpar el erario con la complicidad de la cadena interminable de los consejeros de siempre.
Dejémonos de echarnos mentiras diciendo que no debemos generalizar las malas acciones a menudo realizadas, a sabiendas que es el común denominador en nuestra sociedad, aquellos que rechazan la generalización son los más corruptos, porque quienes tienen actúan bien andan con la conciencia tranquila y ni siquiera se inmutan, lamentablemente, esta es la triste realidad que ha permitido tan alto nivel de degradación social; es decir, quienes deberían protestar nunca lo hacen, por ende, el número de manzanas podridas crece y crece.
Ahora es en la Corte Constitucional y mañana dónde, si ya no quedan corporaciones confiables.