Majestuosa nevada sobre mi tierra se alza imponente…
Así comienza una vieja y hermosa canción interpretada por los Hermanos Zuleta, compuesta por Fernando Dangond, la cual me transporta a los años 1978 y 1979, cuando regresaba de mi natal San José de Oriente a Valledupar para reiniciar mis clases de primaria, después de los períodos vacacionales. El viaje era por una carretera polvorienta, en un camión mixto, cuyo chofer (Jairo Jácome), aparte de no cobrarme el pasaje, me permitía subirme en la parrilla de la parte superior del vehículo con uno que otro paisano, al aire libre.
El viaje de una hora era una aventura que siempre disfrutaba por la imponente vista de la Sierra Nevada de Santa Marta, con sus cumbres inmaculadamente blancas que se extendían a derecha e izquierda de los picos Colón y Bolívar. Era una vista inigualable que me hacía soñar en jugar algún día con la nieve, que creía perpetua. Aún no he cumplido ese propósito.
Después de un día lluvioso, es un hábito para mí observar la nevada en las primeras horas de la mañana, anhelando ver la nieve resplandeciente en su máxima expresión, calculo que bajando de los 5.000 metros de altitud, que es cuando se extiende en un extenso perímetro, visible desde la distancia. Los nueve meses de este año resultó infructuosa la búsqueda de esta maravilla, aún en los días más lluviosos.
Escribo esta columna en octubre, porque finalmente la pude observar, después de una semana invernal. Vale la pena observarla desde la ciudad, ahora que es posible, porque su extinción es casi inexorable. El año pasado logré verla un par de veces desde la Serranía de Perijá y calculé que la nieve se extendía al menos unos ocho kilómetros de izquierda a derecha. Pocas horas después el hielo se reduce a un 30% o menos, algo natural por el calor diurno.
Recordemos algunos datos de este abrupto y elevado sistema montañoso: provee de agua a las tres ciudades capitales de los departamentos de Cesar, La Guajira y Magdalena y a todos los municipios y corregimientos que se encuentran en el piedemonte y en la propia montaña, solo La Guajira depende de ella para solventar de agua a la mayoría de su población.
Tiene el pico más alto de Colombia (Bolívar) con 5.775 metros de altitud. Da vida a ríos caudalosos como el Cesar, Badillo, Ranchería, Guatapurí, Ariguaní, Fundación, Río Frío, entre otros. Su biodiversidad, riquísima y única se debe en parte a que cuenta con todos los pisos térmicos. Está rodeada por mar, ciénagas, valles y desiertos. Tiene paisajes prístinos y de belleza incomparable. En su parte más baja las temperaturas son tropicales y en las más elevadas descienden varios grados bajo cero. De sus ríos dependen extensos cultivos de arroz, palma africana y banano, entre otros.
La nevada, es pues, la principal fuente de agua en toda la costa Caribe y por el solo valor del agua es invaluable. La nieve juega un papel importantísimo en los nacimientos de agua, regulando con su lento deshielo el nivel de las lagunas y riachuelos que nacen en la parte alta. La desaparición vertiginosa de la nieve es consecuencia obvia del calentamiento global y nada, en el corto plazo, detendrá este fenómeno.
En el futuro seguramente disfrutaremos del paisaje urbano con nuevas obras como centros comerciales, parques, museos, etc., pero la sierra nevada, habrá perdido su mayor encanto: sus picos nevados.
Entonces los pobladores del Cesar, La Guajira y Magdalena no tendremos una segunda oportunidad sobre la tierra para disfrutar de la singular belleza de este paisaje a solo un vistazo de distancia.
Por: Azarrael Carrillo Ríos.