Por: JACOBO SOLANO CERCHIARO
Esta columna la escribo sin saber todavía el resultado de las elecciones en Venezuela, pero me atrevo a suponer, aunque ojalá me equivoque, que Nicolás Maduro será elegido presidente, no porque cuente con las mayorías electorales, sino porque tiene el respaldo de un Estado copado en todos sus poderes por el chavismo y eso le garantiza una victoria contundente. Admiro a Enrique Capriles porque a sabiendas de cómo se cocinó todo y enfrentando una campaña desigual, se lanzó para mantener un electorado que le permita ejercer algún grado de oposición en ese país que se derrumba por la polarización reinante, luego de la muerte de Chávez.
Venezuela vive entre el desabastecimiento, inflación, criminalidad, estancamiento económico, expropiación a la empresa privada y las deficiencias de los servicios públicos; propios de un pueblo en guerra. Chávez y su gobierno ocultaron y maquillaron, durante mucho tiempo, indicadores que hoy prefiguran que la situación social y económica es peor que la que esas cifras revelan. Los más triste, es que un grueso sector patriota, por ese amor enfermizo al difunto líder, no reacciona y avala a Maduro, quien ha demostrado ser un petardo como candidato, decepcionando a muchos analistas por negarse a debatir y por sus múltiples salidas en falso, como el cuento del pajarito, invocando a su antecesor para lograr votos solidarios por el duelo reciente, señalando una ausencia total de propuestas que saquen a los venezolanos del caos.
El futuro económico es desalentador, dos devaluaciones del Bolívar en un mes y una carga pensional exorbitante. Solo por citar un ejemplo: las pensiones de vejez de 2.4 millones de personas, el próximo mes, no están aseguradas. Chávez logró, apoyado por los precios del petróleo que llevan una década completa por encima de US$50, quintuplicar el número de pensionados por vejez; sin embargo no es la economía real la que soporta el incremento, sino el boom petrolero que también ha decaído, PDVSA ya no es la empresa eficiente, capaz de incrementar su rendimiento, no se modernizó y la producción de barriles ha bajado sustancialmente.
El petróleo ha sostenido controles de cambios y de precios durante años, pero el crudo ya no da para más. Chávez gastó en programas asistencialistas y apoyo a otras economías de la región para obtener un liderazgo que le permitiera fortalecer su posición anti yankee, y cuando se acabó el dinero, recurrió al endeudamiento. La deuda total de Venezuela, se ha sextuplicado desde 1999, y hoy es estimada entre 190 y 230 mil millones de dólares. El PIB creció 5% en el 2012, pero hubo un déficit fiscal de 18 puntos, según el Miami Herald. A estas cifras, es a las que tiene que enfrentarse Maduro con iniciativas serias, que no se de dónde va a sacar, y mientras tanto el pueblo sumido en la incertidumbre.