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Madrid del alma

Siempre es un gusto regresar a Madrid, una ciudad que nos acogió hace varios años, donde tuvimos la oportunidad de adelantar estudios de maestría y donde, muy especialmente, conocí al amor de mi vida…

Esta vez fueron motivos profesionales los que me permitieron volver a aterrizar en Barajas, aeropuerto en el que he estado en 8 oportunidades. ORT, organización dedicada a apoyar temas de educación en el mundo, tiene un programa para directivos de colegios que, en esta oportunidad, ofreció una semana de talleres para desarrollar habilidades de liderazgo para los mandos medios de los colegios. Interesante. Apenas me llegó la invitación, ¡acepté encantado!

Este viaje ha sido de sentimientos encontrados. Por un lado reencontrarme con esta ciudad a la que le debo tanto, encontrarme con que está preciosa, muy limpia y organizada. Conocer nuevos y extraordinarios parajes como Madrid Río, una renovada Plaza España, un Templo de Debod que luce mucho con esta nueva propuesta -antes nadie visitaba ese lugar, asustaban-, y una Plaza de Oriente que me deslumbró. Ahora caminar por Madrid Río, disfrutando la ribera del río Manzanares, lo hace a uno sentirse en un lugar planeado, amplio, de buen gusto y que las familias madrileñas disfrutan intensamente. Al recorrer a pie esa zona, caminé casi 13 kilómetros distribuidos en 18.000 pasos, ve uno con alegría como los niños, abuelitos y mascotas ahora gozan de muchos metros de espacio destinados a mejorar de manera importante la calidad de vida de quienes tienen la bendición de habitar esta ciudad. Son cerca de 37.000 metros cuadrados destinados al deporte, al placer, a respirar al aire libre y pensando en disfrutar de los paisajes madrileños más lindos. El Palacio Real se erige imponente en cada atardecer. Es increíble cómo ahora, gracias a las obras que costaron 70 millones de euros, uno puede caminar desde Sol a la Casa de Campo y desde el Palacio Real hasta el Templo de Debod, sin pasar por un solo semáforo. Muy bien pensado.

Esta gran obra además le permitió a la ciudad incluir varios descubrimientos arqueológicos de los que ahora disfrutan la población y los millones de turistas que visitan Madrid cada año. Me voy de Madrid este domingo muy feliz y gratamente sorprendido por estas nuevas atracciones que la siguen haciendo única y simplemente maravillosa. Todo esto que les cuento es la mejor muestra de que con buena gestión de los gobiernos locales y con el apoyo del central, los municipios pueden iniciar procesos de mejora que marquen un camino próspero y feliz. Pero qué diferente es nuestro presente en las ciudades colombianas. No sólo con un gobierno revanchista y encaminado a destrozar lo bueno que tenemos, sino con un grupo de alcaldes, también de izquierda, del Socialismo del Siglo XXI, del Foro de Sao Paulo, que gobiernan dándole la espalda al bienestar de una población que paga impuestos inmisericordemente para llenar los bolsillos de personajes como los Moreno, Emilio Tapia y ahora, como si algo nos hiciera falta, la familia presidencial.

¿Por qué en otras latitudes pueden progresar los ciudadanos y en Colombia la noche es tan larga? ¿Por qué seguimos en esta espiral perversa que hace que Bogotá, Medellín y Cali, por nombrar las más relevantes, se descascaren sistemáticamente tanto física como financieramente? Es un dolor de cabeza que gana en intensidad y se alarga en el tiempo. En Colombia padecemos la incompetencia de un presidente y de varios alcaldes que parecen más enemigos de la gente que el mismo Covid-19. Duele mucho todo esto. Al salir y comparar el porvenir que asoma en otros países y la desesperanza que ahora nos domina en el país, no queda más que seguir trabajando por quitarle a muchos las vendas puestas en sus ojos, para esperar que en las siguientes elecciones, aunque seguro se verán ríos de recursos públicos para mantener las estructuras que hoy critico, votemos tan masivamente que sea imposible perpetuar este cáncer.

Si en Madrid se pudo, ¿por qué en las ciudades colombianas tomadas por la izquierda no? ¡Cambiemos esto de tajo votando como debería ser!

Por Jorge Eduardo Ávila

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