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Madre… olor a nostalgia y aroma de café

“Lo más lindo que la vida me ha brindado una madre que nunca podre olvidar , aunque se ha ido para siempre de mi lado allá en el cielo me tiene que recordar”. Madre Ausente. Autor Emilianito Zuleta

Cuando me brindaron café en un velorio de inmediato vino a mi mente mi vieja, recordé la ollita chiquita que tenía especialmente destinada a hervirlo y colarlo con unos coladores de tela y alambre que le hacia la costurera Mercedes Quintero, muy parecidos a la bolsa que usan en la iglesia para recoger ofrendas, ese café después lo echaba caliente en un termo y cada rato lo tomaba, y si tenía preocupaciones o algo la angustiaba –que era casi siempre- se lo tomaba todo utilizando un pote en el cual venia el coctel de frutas “Del monte” el cual ahumaba totalmente para que a nadie le provocara usarlo para evitar que le pegaran el catarro, el único que lo podía usar sin ninguna restricción era desde luego el Nene de la casa, alrededor de su café que servía a las visitas en “parecitos” que eran una taza y el platico pequeños de vidrio, generalmente el visitante vertía el café en el platico, lo soplaban y después iban absorbiéndolo mientras el olor se esparcía por todo el lugar, eran momentos que me gustaban por mi mala costumbre de escuchar las conversaciones de los mayores para enterarme de todo lo que se hablaba..

En la presente semana escucho decir que compraran regalos para su madre, que harán fiesta para su madre, la verdad, me gustaría decir lo mismo pero no es posible, yo la quería mucho, ella y yo nos amábamos entrañablemente pero mientras yo pedía a Dios para ella una vida larga, fecunda y junto a mí, el precipitaba su temprana partida para que pudiera disfrutar a plenitud la vida eterna, dejándome a mí y sin saber si allá la pechacarían como yo se fue discreta y silenciosa, así como callaba sus penas, seguramente tenía muchas cosas que decirme pero perdió su voz antes de partir, sin duda así como ella a mí, en su recorrido por el misterioso camino de la muerte estoy seguro que iba pensando en mí, y debe extrañar mis masajes y el ritual cuando yo le cortaba las uñas mientras me contaba a quien había que dar pésame o que enfermo visitar.

Lástima que sea tan corta la vida aunque los recuerdos sean perennes, son estas fechas especiales latigazos directos a mi alma, es el de la madre un día particularmente tormentoso para mí, y me parece ver en mi imaginación su rostro alegre cuando la sorprendí para este día de gloria con el primer regalo producto del primer pago que recibí en mi vida laboral dos días antes del Día de la Madre en el año 1990, fue la mecedora en la cual decía que mecía sus penas y sus alegrías y un ventilador Sanyo, hoy para muchos un detalle intrascendente pero para este cuerpecito fue algo emocionante, monumental y la noche anterior no pude dormir pensando en ese momento que tuvo y tiene profundo significado afectivo y sentimental, fue lo máximo que pude hacer aquella vez para hacer feliz a mi vieja que todo merecía , que por todos sufría y a todo mundo daba y servía pero que en el otoño de su periplo vital tuvo que degustar inmerecidamente las mieles de la ingratitud sin que dudara un instante respecto de la existencia de Dios.

Madre, como Diomedes, también quise que el mar fuera mío para dártelo con todo y pescaos pero no hubo tiempo, eso me atormenta y me duele, espera con gozo porque tarde o temprano compartirás con Jesús el camino glorioso de la Resurrección, y ya que estás en tu reino Acuérdate de mí.

 

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Luis Eduardo Acosta Medina: