El popular refrán “pueblo pequeño, infierno grande” se hizo realidad, otra vez, en el municipio de San Diego, al norte del Cesar, por un ‘chisme’, que nadie confirma pero todos comentan y que tiene con dolor de cabeza a varios concejales. Justo en un año electoral.
Todo empezó por la pavimentación de la antigua calle la algodonera, que lleva a la desmotadora de algodón. Desde la Alcaldía regaron el comentario, por redes sociales y voz a voz, que seis concejales no querían aprobar el proyecto para pavimentar la vía, que desde hace más de 15 años está llena de huecos.
A la velocidad de la luz, el comentario se expandió y creció tanto que empezaron a acusar a los concejales de exigirle $120 millones a la administración para aprobar la pavimentación.
En un pueblo pequeño todo se sabe. A los pocos días, el rumor llegó a oídos de los protagonistas. Esta vez no ofrecieron una recompensa, como lo hizo la Alcaldía de San Diego en 2021: $2 millones por información que permitiera llegar a los responsables de difamar a funcionarios de la administración.
Al contrario, los concejales decidieron salir a dar su versión casa por casa.
“NI UN VOTO PARA USTEDES”
En la terraza de una de las vecinas del histórico sector de la calle 2c, entre las carreras 10 y 11 de San Diego, los concejales se reunieron con vecinos del sector. La primera reunión fue un sábado por la tarde. Ya había bajado el sol.
Aunque ya no es la vía principal, el tráfico es constante. Ese sábado, a poca velocidad, y esquivando los huecos, los conductores volteaban la mirada hacia la terraza. Algunos saludaban, otros miraban con sospecha la atípica reunión como preguntándose: “¿Política desde febrero?”. (La primera reunión fue a finales del mes pasado).
Los concejales llegaron en grupo. Se sentaron y empezaron a saludar. En los pueblos todo se sabe y todos se conocen. Entrados en discusión, el ambiente cambió. La frase de entrada fue rotunda: “En esta calle no conseguirán ni un voto”. Hubo un corto silencio, interrumpido por una sonrisa que trataba de calmar el ambiente.
“A eso hemos venido: a aclarar todo. Esto es una campaña sucia que nos hacen desde la Alcaldía”, dijo el concejal que tomó la vocería.
En la reunión estuvieron los concejales Gerardo Arzuaga, Jorge Luis Amaya, Alberto Ramírez, Dairo Arias, Jhon Robert y Leonardo Trillos, quienes lideran la oposición al alcalde Carlos Mario Calderón.
Semanas atrás, los seis habían pedido a las autoridades que investigaran a ‘Callo’, como le dicen al alcalde, por presunta corrupción. Según los corporados, en represalia, desde la Alcaldía los acusaron de exigirle plata al alcalde para dañar su imagen.
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BURLAS Y MÁS BURLAS
Pero los concejales no son los únicos acusados de traición. En medio de la reunión, una de las asistentes se paró. Antes de hablar pidió que la disculparan si en algún momento se sentían ofendidos, pero ella quería descargar su rabia.
Para que le prestaran atención decidió alzar la voz y confirmar cada palabra gesticulando con sus manos: “Esta calle la pavimentó el exministro José Antonio Murgas. Fue la primera calle del municipio de San Diego. Por aquí pasaban todos esos carros llenos de algodón”.
En ese momento tomó la actitud del fiscal que al frente tiene al acusado, y enfocó su mirada en los concejales: “Pero después que se dañó hemos sido burlados. El exgobernador Hernando Molina lo prometió; cuando fue alcalde Juan Enrique nos dijeron que ya lo iban a pavimentar. La misma Elvia Milena pavimentó fue la calle de la mamá. Hemos ido de burla en burla”. Todos los vecinos asintieron.
Enseguida tomó la palabra la exconcejal y vecina del sector, Sergia Lucia Palmezano. Antes de criticar a los concejales, recordó que ella también fue víctima de un chisme. “La vez pasada dijeron que no la echaron para castigarme, por mi lengua”, relató.
Una de las asistentes la interrumpió y compartió una preocupación personal: “No puede uno usar tacones”. En su voz había indignación.
Los concejales escucharon con calma, sin ocultar la preocupación por todo lo que se decía en su contra. Cuando reaccionaron, el atardecer ya se había ido. Antes de despedirse se comprometieron a presentar ante la Alcaldía una petición para conocer el estado del proyecto, “porque a nosotros no nos ha llegado nada”.
A dos cuadras de esa reunión, tres vecinas sentadas en una terraza confirmaban que habían visto pasar a los concejales que acusan de no querer aprobar la pavimentación. Ellas repitieron lo que todos dicen, pero les concedieron la presunción de inocencia.
Por Deivis Caro