La historia que expone en esta edición nuestro columnista Jacobo Solano, nos lleva al sobreviviente pasado de esas viejas historias de novelas, de personajes nombrados en las grabaciones de discos vallenatos hace 40 años -algunos resultaron muertos de forma espectacular también- y que asociados al narcotráfico resuenan y resuellan en la imaginación y los fantasmas de telenovelas y películas de la bonanza marimbera y los enfrentamientos entre familias guajiras.
Inspiró los primeros escritos como el de Juan Gossaín como ‘La Mala Hierba’ (la marimba) y tuvo su escenario internacional en la película ‘Pájaros de verano’ de Cristina Gallego y Ciro Guerra, que mencionó la primera en su conversatorio sobre telenovelas y películas sobre el vallenato en la primera edición de la Feria del Libro de Valledupar, recientemente celebrada en la ciudad. A esa misma película que el director de cine Rodrigo García Barcha este fin de semana en el festival de su padre Gabo en Bogotá aludiera como obra colombiana del cine latinoamericano.
Esas historias de gavilanes mayores que entusiasmaron las parrandas y que al poco pasar el éxtasis y la alegría devinieron en tristeza y muerte. Así fue el vallenato, lamentablemente, siendo escenario de sublimes canciones y también crónica roja oculta de mecenas sin futuro.
Esta suerte de diatriba festiva, hoy día festivo, no puede dejar pasar que nuestra música es reflejo de la sociedad, contexto de costumbres, de bellas historias y de tristes lamentaciones como es la vida que se abre y que se cierra. Hemos pasado de cantos rurales a cantos y composiciones urbanas al compás del proceso de urbanización de nuestra población campesina y de la comercialización y la reguetanización musical.
Pero la historia al final, que cuenta Solano, no es más que la parábola macabra de cuando esos clanes se tornan en buscadores de todas las fuentes y rentas ilícitas posibles, en justicieros, extorsionistas y viles delincuentes de barrio. En ‘alcaponcitos’ que están haciendo de Barranquilla como centro regional Caribe receptor del más grande bandidaje remanente de nuestra región.
La lucha contra la delincuencia, aunque se maten los bandidos entre ellos, debe proseguir en nuestra región; y los gobernantes y autoridad no pueden flaquear en el empeño de hacer posible una vida de sosiego para los residentes, no hacer ningún tipo de connivencia con organizaciones criminales puras, menos en un periodo preelectoral. Deben activamente los gobernantes de nuestro territorio rechazar cualquier tipo de acción contra ciudadanos y ciudadanas de a pie y aquellos que intentan legítimamente obtener el respaldo electoral en las próximas elecciones.
No es suficiente con hacer declaraciones, debe ser honesta y activamente la búsqueda de aquellos que extorsionan, roban, resuelven por la fuerza mortal cualquier riña y amenazan a la buena dirigencia social y política de nuestra comunidad.