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Lula y América Latina

Según los informes del Banco Mundial, para América Latina y el Caribe, en la región deben emprenderse acciones dinámicas para impulsar el crecimiento sostenible e inclusivo, para salir con mayor rapidez de los estragos causados por la pandemia de la COVID-19. Tras un repunte del 6,9 % en 2021, se espera que el Producto Interno Bruto (PIB) regional crezca un 3 % en 2022, una tasa superior a la prevista debido al aumento de los precios de la materia prima. No obstante, estas previsiones deben sortear las fuertes barreras que imponen la incertidumbre a nivel global derivada de la guerra en Ucrania, el aumento de las tasas de interés en los países desarrollados y las persistentes presiones inflacionarias que indefectiblemente afectarán a las economías de la región. Se prevén bajas tasas de crecimiento del 1,6 % y 2,3 % en 2023 y 2024.

Si bien la pobreza monetaria descendió del 30% en 2021 al 28,5 por ciento en 2022, sigue estando en un nivel alto; al tiempo que los costos a largo plazo de la crisis en la salud y la educación deben ser subsanados de manera urgente, tanto para reactivar el crecimiento como para mitigar el aumento en la desigualdad. El panorama social de América Latina invoca la necesidad de adoptar políticas públicas transformadoras, con la igualdad y la sostenibilidad como epicentro, para evitar que los impactos sociales de la pandemia se prolonguen en el tiempo y tengan consecuencias de mediano plazo, profundizando las múltiples brechas sociales preexistentes, marcadas por los ejes estructurantes de la matriz de la desigualdad y la cultura del privilegio.

Durante las últimas tres décadas América Latina ha convivido con el movimiento del péndulo político ideológico. La región ha tenido la alternancia de gobernantes de derecha y de izquierda, cada uno con sus recetas, pero sin el antídoto que logre corregir tanto problema. 

El péndulo político en America Latina volvió a moverse. Por primera vez en la historia la izquierda controla más del 85 por ciento de los gobiernos del hemisferio y lo hace en cinco de las principales economías de América Latina (México, Argentina, Brasil, Chile y Colombia). El último de esta corte o corriente política en llegar es el líder del Partido del Trabajo (PT), convirtiéndose en la pieza faltante en el rompecabezas geopolítico de América Latina y el Caribe. 

Brasil sigue siendo el gigante latinoamericano. El país de 215 millones de habitantes es uno de los 10 principales productores de petróleo y gas del mundo y sigue siendo el tercer mayor productor de alimentos a nivel mundial. Las exportaciones e inversiones de Brasil tienen un peso significativo en América y su alineación con otros países de izquierda podría marcar un cambio de rumbo en las prioridades hemisféricas.

El regreso de Lula al poder propicia el aumento de la colaboración entre Brasil y los gobiernos afines de la región bajo la condición de superar el discurso idealista de cambio por una vocación que signifique un interés más profundo en mejorar la vida de las personas, especialmente para mitigar los efectos que afianzan la inflación y los altos precios de los alimentos y la energía. Con Lula se robustecen las políticas ambientales, que retoma el Fondo Amazonía, como un gran fondo internacional. Así mismo, mediante el BRICS, que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, desde esta parte del mundo podrá participar e intervenir con posición independiente sobre las problemáticas geopolíticas, en las que América Latina recibe fuertes impactos debido a las fragilidades que evidencia la economía global. 

Lula cumplió dos mandatos exitosos como presidente de 2003 a 2010, con sus decisiones logró sacar a millones de brasileños de la pobreza. Pero también tuvo que capotear un gran escándalo de corrupción que llevó al propio Lula a ir a prisión en 2018.

Las economías de los países de América Latina comparten similitudes en la dependencia de las exportaciones de productos primarios, petróleo y minerales, asimismo, en las promesas incumplidas relacionadas con educación rural, infraestructura, igualdad, agua y saneamiento, en consecuencia, es indiscutible el rechazo hacia la clase dirigente y el modelo económico. Este terreno es fértil para el populismo y escenario óptimo para el caudillismo que activa el péndulo político. América Latina no necesita que el giro político del momento se dedique a estimular la polarización, la región necesita transformaciones, en este proceso Lula y Brasil son dos motores de propulsión. 

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