Regalando a otros de lo que Dios le ofrece, Luis Antonio Acevedo Cantillo adelanta una misión loable en diferentes rincones de Valledupar y sus alrededores, por lo que es catalogado por quienes lo conocen como un sembrador de amor y paz.
Con su sombrero blanco y en su vieja bicicleta llega todos los días a las 6:30 de la mañana a alimentar a las palomas de la plaza Alfonso López, tomando la bolsa de maíz que lleva en sus manos y mientras esparce los granos al suelo entona cánticos de alabanza.
De allí se traslada a la Casa de la Cultura, la plazoleta de la Gobernación, El Carmen y La Garita donde realiza la misma labor desde hace un año y tres meses.
Esta actividad que la hace de forma espontánea y desinteresada, nació luego de ser sanado de forma milagrosa de una enfermedad de la cual había sido desahuciado, que lo mantenía sin cabello, sin cejas y pestañas, en agradecimiento a su resurgir a la vida.
“Es una forma de agradecerle a Dios lo mucho que me ha dado. Me desprendo de lo que tengo, porque sé que el que siembra cosecha”, manifestó Acevedo Cantillo, quien es integrante de la iglesia Cristo viene Pronto.
Impartiendo la palabra de Dios
Él también lleva dos años obsequiando radios en clínicas, hospitales, barrios vulnerables y diferentes entidades de la capital del Cesar, así como en La Paz, Codazzi y Urumita, asegurando que este objeto es un medio para que las personas puedan conocer la palabra del Señor, impartiendo al mismo tiempo citas bíblicas.
“Siento que tengo una misión de difundir a todo el que pueda las promesas que Dios me ha regalado cada vez que oro o leo la Biblia”, enfatizó el hombre que se gana la vida en su oficio de ebanista y que aunque tiene pocos recursos da ejemplo de desprendimiento a muchas personas.
“Invito a todas las personas a que busquen del Señor, sobre todo en estos tiempos de convulsión”: Luis Antonio Acevedo.
ANNELISE BARRIGA RAMIREZ
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