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Lucho Bermúdez y las rosas rojas

Ni siquiera el impacto emotivo que me produjo pasar por la loma de La Venera, donde murió en un accidente el cantante y guacharaquero Eduardo Lora, ni la congestión del  tráfico de la carretera que de Cartagena conduce a Sincelejo, fue capaz de distraer mi mente orientada en esos momentos en conocer todo lo concerniente a El Carmen de Bolívar y su música, la tierra de Lucho Bermúdez, famoso clarinetista que inmortalizó a su pueblo con la genialidad de sus creaciones e interpretaciones musicales.  Internacionalizó ritmos como la cumbia, el porro, el vallenato, el bolero. Además fue pionero en escribir en partituras la música que interpretaban las bandas de los pueblos costeños.

En muchas oportunidades me contaron sobre el accidente que le ocasionó la muerte a Eduardo Lora, al volcarse  un Jeep Willys modelo 1953, descapotado, conducido por el sargento Vásquez del Ejército Nacional, cuando parrandeaban con el acordeonero de El Carmen, Héctor Romero. El acordeonero y conocedor de gaitas de San Jacinto, Andrés Landero, plasmó esa infausta desaparición en el paseo “La muerte de Eduardo Lora”.

 

Ese triste episodio me impresionó y gestó en mi un vínculo imaginario con esas tierras donde los agradables vientos alisios, motivan las reuniones de los músicos de la región, avalados por la vena musical de sus antepasados, los indios Zenues, quienes además caracterizaron por su laboriosidad en la agricultura, las artes y los tejidos.

“Eso nadie lo creía/la muerte de ese muchacho
recuerdo que me decía/sabroso es morir borracho”
Gracias a la topografía divisé a lo lejos, El Carmen de Bolívar, situada a 114 kilómetros de Cartagena, en el corazón de los Montes de María, una subregión geográfica y cultural del Caribe colombiano, epicentro de las cumbias o gaitas melancólicas indígenas que se interpretan con un instrumento colectivo compuesto por dos flautas largas: El soporte ritmico lo da la gaita macho y la hembra sustenta la base melódica. Las gaitas fueron inicialmente instrumentales, pero gracias a la genialidad de Silvestre Manuel Julio, de María la Baja (Bolívar), Teofilo Mendoza de San Jacinto y Toño Fernández, creador de Los Gaiteros de San Jacinto, le agregaron texto y le incorporaron la voz. Sin una denominación específica, un son de gaita podría ser un porro, una gaita, una puya o una gaita atravesada de donde nace el merengue sabanero, según Adolfo Pacheco, historiador y compositor de La Hamaca Grande y el ‘Viejo’ Miguel.

La actividad  económica del Carmen de Bolívar es basada en la agrícola y la ganadera, con larga experiencia en el cultivo y procesamiento del tabaco. Sus recursos naturales y la diversidad cultural es admirable. En el centro de la población, se congregan sus habitantes y forasteros para darle gracias a la Virgen de Nuestra Señora de El Carmen por los milagros recibidos, y los grupos folclóricos realizan constantemente encuentros de música y danzas acompañados de las gaitas.

Allí en El Carmen, nació el 25 de enero de 1912, Luis Eduardo Bermúdez Acosta. Su padre Luis Eduardo Bermúdez Pareja, fue matemático, poeta, escritor, político y rector de la Universidad de Cartagena. Su madre, Isabel Acosta Montes, era descendiente de una familia de músicos de la región. Al morir su padre cuando tenía dos años, su abuela materna doña Concepción Montes, dedicada al oficio de costurera, se hizo cargo de su crianza.
“Mi padre fue un político. Luchó por Rafael Uribe Uribe y llegó a ser secretario del Directorio Nacional Liberal. Cuando murió yo solo tenía dos años y es por eso que no guardo recuerdos de él. Crecí en un ambiente pobre, pues la muerte de papá nos dejó prácticamente quebrados. La casa era pequeña,, incrustada en una esquina polvorienta”, así se refirió Lucho a su padre.

Desde sus primeros años tuvo contacto con la música, por el ambiente de la región donde las banda del pueblo estaba presente en todos los eventos y era dirigida por su tío abuelo José María Montes, músico de profesión, quien le tomó cariño y lo enseñó a tocar el flautín, una flauta con sonido más agudo y penetrante que la flauta ordinaria.
Su tío al darse cuenta del talento musical y la disposición que tenía Lucho al tocar el flautín, se consagró a orientarlo y lo integró a la banda. Este ambiente propicio para sus inquietudes generó en él un amor inmenso hacía la música. Por eso a la edad de cinco años como el mismo lo afirma “estaba en capacidad de tocar cualquier instrumento y empecé a escribir los primeros versos. No puedo decir en qué momento comencé a ser músico, yo creo que nací con la flauta en las manos”.

Doña Concepción trasladó su residencia a Aracataca y se llevó a su nieto. Ella vivió con su hijo Jorge Rafael Acosta, músico también, con quien Lucho aprendió a tocar otros instrumentos de viento e integró a Lucho a la banda del pueblo que dirigía. Posteriormente se fueron a Santa Marta donde logró que Lucho ingresara a estudiar en el Liceo Celedón e hizo parte de varias bandas de música. Gracias a su talento, a sus conocimientos musicales y a la destreza que mostró con el flautín, en una visita que realizó al Batallón Córdova de Santa Marta el Presidente de Colombia, Miguel Abadía Méndez, fue aceptado en la banda Militar cuando solo tenía 14 años de edad. La dirección de los maestros que dirigían la banda militar fue muy importante para él. Logró consolidar conocimientos dispersos y aprendió a tocar otros instrumentos, como el bombardino, el trombón y el clarinete.

Como la Banda Militar fue clausurada, Lucho se retiró en su segundo año de bachillerato del Liceo y se dedicó de lleno a lo que le gustaba, por eso ingresó a la academia de música del profesor Guillermo Rico, caracterizada por el énfasis en el piano, la armonía y la composición. Inicialmente compuso bambucos, torbellinos, pasillos etc. “A pesar de no conocer el interior del país, componía música de allá. Los ritmos costeños no afloraban. Había una serie de sonidos dispersos, de percusión, sin cohesión. Esas eran nuestras cumbias y porros”. “Esto lo inicié espontáneamente. Lo primero que compuse fue un valse, “Madre mía”, que ya no recuerdo porque no lo escribí”.

Posteriormente inició un periplo musical extenso y fructífero por  Chiriguaná, en El Banco, Aracataca y Mompox en el que fue capaz de dirigir, enseñar, componer y escribir. A los 19 años llegó a Cartagena como arreglista de la Banda Departamental y la Banda de la Base Naval. Allí vivió varios años en compañía de su primera esposa Leda Montes y participó en la Orquesta A No. 1 del maestro José Pianeta Pitalúa, una de las  pionera del formato Jazz Band, cuyo iniciador fue el clarinetista y director de orquesta estadounidense de jazz, Benny Goodman. En 1936 fue director musical de la orquesta de la Emisora Fuentes, participando de las primeras grabaciones de músicas costeña que se realizaron en la Ciudad Heroica.

Fundó la Orquesta del Caribe y realizó su primera grabación con temas como Marbella, Cartagenerita, Joselito Carnaval y Borrachera. En 1944, Lucho Bermúdez ya con grandes conocimientos y experiencia viajó a Bogotá con su orquesta, para presentarse en el Club Metropolitan con un valioso repertorio de porros, gaitas y cumbias, pero con una nueva dimensión musical, buscando con sus arreglos una percepción diferente en los grandes salones de baile del interior del País. Allí vivió con su esposa Leda y su hijo, quienes se regresaron al poco tiempo a Cartagena. Al culminar el contrato los músicos hicieron lo mismo, pero Lucho se quedó y comenzó a trabajar con varias emisoras.

En los estudios de la Radio Nacional de Colombia, por intermedio de su amigo el triplista y conocedor del piano Emilio Murillo, conoció a Matilde Díaz, quien con su hermana Elvira crearon un dúo para cantar pasillos y bambucos. Matilde nació en Icononzo (Tolima) el 29 de noviembre de 1924, donde transcurrió su niñez. “Cuando el maestro Emilio Murillo vio la facilidad que mi hermana y yo teníamos para cantar, nos empezó a enseñar sus canciones. Nos llevaba a la Radio Nacional, interrumpía cualquier concierto que estuvieran transmitiendo, se colocaba al piano y nos hacía cantar en vivo”. Ella en 1943, a los 18 años contrajo matrimonio con el periodista Alberto Figueroa Navarro, un locutor de una emisora en Bogotá, cuya unión duro muy poco tiempo.

Posteriormente Lucho fue invitado por el Hotel Granada para dirigir la orquesta de planta y contrató a Matilde Díaz como cantante. De inmediato, sus arreglos, el clarinete y con esa preciosa voz de Matilde que embrujaba al público lograron colmar de alegrías los grandes salones y se convirtieron en una exitosa pareja musical. Con ella se consolidó la orquesta, su canto le dio identidad propia a los arreglos musicales de Lucho. Como lo expresó Rafael Escalona:  “la música costeña dejó de ser desconocida. El porro, llegó con Lucho y Matilde a los grandes salones de Bogotá, Medellin, Ibagué, Cali, etc. A mí me tocó seguir sus pasos con el vallenato”. Por invitación que le hizo RCA Víctor, el maestro viajó con Matilde a Buenos Aires, para grabar su música con la colaboración de músicos extranjeros   El 30 de septiembre de 1946 Lucho, de 34 años, y Matilde de 22, decidieron casarse civilmente en Buenos Aires donde estuvieron trabajando ocho meses.

Regresó a Bogotá contratado por el Hotel Granada, posteriormente se trasladó a Medellin donde vivió 15 ańos trabajqndo en La Voz de Antioquia, el Hotel Nutibara y los clubes sociales destacados de la ciudad. Invitado por Ernesto Lecuona, viajó a Cuba con Matilde, se presentó en el Tropicana y conoció las intimidades del són,  fundamento de la musca latina, según los investigadores de la música popular. Este ritmo que es considerado como  una fusión de las tradiciones musicales africanas y las tradiciones musicales españolas, facilitó el torbellino de su creatividad musical. De paso estuvo en México y finalizando esa correria de conocimientos, contactos y éxitos, regresó a Bogotá contratado por el Hotel Tequendama y el Grill Candilejas, del cual era socio, donde hacia una presentación musical diaria denominada  “El show de Lucho Bermúdez”

El aporte de Lucho Bermúdez a la cultura musical colombiana es inigualable. La música de su region la transformó con la influencia del jazz, convirtiéndola  en un ritmo que traspasó fronteras. Compuso mas de mil canciones: porros, cumbias, tangos, mambos, gaitas, merengues, pasillos etc. Musicalmente todo lo dijo con sus arreglos y con las melodías de su instrumento preferido el clarinete.  Fue indiscutiblemente un genio con este instrumento.  A sus colegas que no tenian los elementales conocimientos para escribir sus canciones, los apoyaba permanentemente, como siempre lo expresó el legendario compositor José Benito Barros, autor de La Piragua.

El el 23 de abril de 1994  falleció en Bogotá dejando una huella indeleble en el sentimiento de todos los colombianos.

 

Espere mañana última parte.

 

Por Ricardo Gutiérrez

Categories: Cultura
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