MISCELÁNEA
Por: Luis Augusto González Pimienta
Según los evangelios, es la Navidad la celebración anual en la que se conmemora el nacimiento de Jesucristo. Se la considera la segunda fiesta más importante del año eclesiástico cristiano, después de la Pascua de Resurrección.
Los festejos con tal ocasión varían según el continente en que se lleven a cabo y con los usos y costumbres de cada región en particular. Las distintas épocas también presentan variantes. Así, en la Edad Media, la Iglesia introdujo a la celebración de la Natividad de Jesús, los villancicos y los banquetes o cenas que hoy perduran en nuestras costumbres.
Tal como la vivimos hoy en día, la Navidad es una creación del siglo XIX. Al tradicional pesebre de los primeros tiempos se le sumó el árbol de navidad, que siendo de origen germano se extendió por Europa y América. Se recuperaron los viejos villancicos y se compusieron otros nuevos. Aparecieron por primera vez las tarjetas de navidad. Los estadounidenses crearon la imagen de Santa Claus, con su trineo jalado por renos y las bolsas con juguetes, aunque ya existía la leyenda de Papá Noel como figura medieval, haciéndole contrapeso a nuestro querido Niño Dios.
En la actualidad es una fiesta más profana que religiosa. La agitación comercial, el intercambio de regalos, las reuniones y comidas familiares, son el signo de esta era. Como vestigios de nuestra tradición católica quedan la Misa de Gallo, a la que concurren unos cuantos feligreses en Nochebuena, y la novena del Niño Dios o de aguinaldos, que a partir del 16 de diciembre rememora el viaje de María y José en su búsqueda de alojamiento antes del nacimiento de Jesús.
El siglo XX con sus avances tecnológicos le introdujo un nuevo elemento a la Navidad: las luces. Éstas la convierten en un fastuoso espectáculo en el que las distintas comunidades emulan en colorido e imaginación. Todos los pueblos aportan su granito de arena a la función multicolor.
Las grandes ciudades de Colombia y del mundo se preocupan por sus luces navideñas, creando una sana competencia en la que los triunfadores son sus habitantes. Bogotá, Medellín y Barranquilla dan muestra de ingenio y buen gusto en la iluminación decembrina. Otras ciudades intermedias hacen lo propio.
En nuestro patio seguimos el ejemplo y nos propusimos presentar una ciudad bien iluminada, en un intento por lograr el esplendor de las grandes urbes. Guardadas las proporciones, lo conseguimos. Sin embargo, este año la iluminación residencial ha sido poca, probablemente por la falta de estímulo de la firma Electricaribe, cuyas cuentas se incrementan de manera exorbitante en esta temporada.
En cambio, la administración municipal echó la casa por la ventana en la decoración de las calles y avenidas, no obstante la pregonada difícil situación fiscal. Lástima sí, que los motivos de esa decoración sean inapropiados, pues no aluden a la Navidad sino a una cumbiamba. Si los usasen en el festival vallenato podrían pasar de agache. Pero en la Navidad, no. Además están recargados, como casa de nuevo rico.
Pese a lo anterior, el espíritu navideño se siente, se huele. Imbuidos de ese espíritu debemos apagar odios y rencores, así no tengamos para encender luces.