EL TINAJERO
Por José Atuesta Mindiola
“El sendero de la paz siempre es mejor que el de la guerra. Toda guerra es una desgracia para cualquiera de los adversarios”. Dice el viejo general argentino, Martin Balza.
No hay duda. Las palabras de este octogenario militar que actuó como coronel de artillería en la guerra de Las Malvinas (1982), son reflexiones que nacen de su experiencia de ver tantas imágenes dolorosas de la muerte. Pero desafortunadamente, todavía en muchos seres humanos predominan los sentimientos guerristas, y ven la paz como una inalcanzable utopía.
Dios quiera que en esta Semana Santa, las palabras de los jerarcas religiosos hayan tocado el corazón y la mente de los colombianos, y en especial de nuestros gobernantes para que lideren la pedagogía del compromiso nacional de la trasparencia, la economía y la eficiencia en la contratación pública, y la transformación de todos los servidores del Estado en agentes de buenas acciones. Toda acción ilegal es una provocación que altera la tranquilidad personal y colectiva. La corrupción es una acción ilegal, es otra forma de violencia que obstaculiza los senderos de la paz.
Cuando todos los funcionarios de una empresa actúan respetando las normas legales y acatando las orientaciones honestas de su jefe se convierten en agentes de acciones de paz. El éxito de eficiencia y trasparencia de una empresa se obtiene cuando todos están identificados con las políticas y principios de la administración y existe una sincronía real de capacitación, actualización y acción. En varias de sus conferencias, el doctor Luis Carlos Galán Sarmiento, decía: “La administración de una empresa debe ser como una orquesta, todos deben estudiar y aprenderse las partituras, porque una mala nota daña todo la música”.
Los gobernantes deben considerar todas las posibilidades que generen acciones de paz. La Ley de Tierras del presidente Juan Manuel Santos es un sendero de paz, porque brinda la oportunidad a los desplazados que sobreviven en los tugurios de las ciudades, que retornen a sus terrenos a recuperar su trabajo y resembrar su esperanza.
La legalización de las drogas es una posibilidad para iniciar una acción de paz. La prohibición de las drogas ha tenido consecuencias desastrosas muy similares a la que tuvo el alcohol en los años de 1920 en Estados Unidos. La legalización permitiría someter a las drogas a reglas equivalentes a las que existen para el alcohol y el tabaco. Haciendo las reglas más transparentes para los ciudadanos y más controlables para las autoridades. De hecho, es cierto que el alcohol y el tabaco producen muchas más muertes que las drogas ilegales, pero muchas menos víctimas inocentes. La legalización pondría fin a la parte exageradamente lucrativa del negocio del narcotráfico. Y si se acaba el narcotráfico se corta una de las formas de financiación de los grupos armados ilegales (guerrilla y bacrim).
Hay que buscar las posibilidades de iniciar un proceso de acercamiento con la guerrilla. La violencia y la barbarie no pueden ser eternas en nuestro país. Ojalá, Dios haga el milagro a Colombia, y con el lapicero bordado que el recién liberado sargento Libardo Forero le regaló al Presidente Santos, firme los preacuerdos para iniciar procesos de diálogos con la Farc. El presidente Virgilio Barco, lo hizo con el M-19. No se puede ser pesimista, con la Farc hay que buscar los caminos de ponerle fin al conflicto armado. Cambiemos los senderos de la violencia por los senderos de la paz y la justicia.