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Los riesgos del vallenato en la globalización cultural

Una de las características más importantes de la sociedad moderna es la globalización. El mundo se ha convertido en una verdadera “aldea global”, como dijera Marshal McLuhan, uno de los principales teóricos de la comunicación y las ciencias sociales.

Esa tendencia es cierta en la economía, con la integración de los mercados internacionales; en la política con la pérdida de poder de los estados nacionales a favor de entidades y organismos multilaterales, también en el derecho, pero fundamentalmente es notorio en la vida social y cultural de los pueblos. Hoy las comidas, las bebidas y la cultura son bienes universales.

La música vallenata, que nació en esta región del país, el viejo departamento del Magdalena, en lo que hoy es la Guajira y el Cesar, y también en las sabanas de Córdoba y Sucre, ha mostrado una verdadera vocación nacional e internacional. Hace algunos años el vallenato era sólo de la Costa Atlántica, pero luego se convirtió en un fenómeno cultural que invadió, poco a poco, a todo el país, pero ahora es un fenómeno internacional. Una música que se globalizó, para bien o para mal…

La presencia de miles de turistas de todo el país y del exterior, en Valledupar, por estos días, es la ratificación de que la música no tiene fronteras, que es un producto cultural que la persona, el individuo, deleita y aprecia en distintos momentos de la vida. Para sus momentos tristes, para sus momentos alegres, para enamorarse o desenamorarse o para cantarle a la amistad, a la naturaleza, al amor, a todos los aspectos de la vida y a la vida misma.

Escuchar a un llanero interpretar los versos de un paseo de Calixto Ochoa en un Joropo, o interpretar un bambuco; al igual que también muchos de nuestros intérpretes tocan música de otros géneros en el vallenato, indica un sincretismo y una fusión musical y cultural, que tendrá sus pros y sus contras, amigos o enemigos, pero es un fenómeno cultural digno de estudiar y analizar.

La misma obra literaria de Gabriel García Márquez, el excelso escritor de Aracataca, pero con muchas raíces en la Guajira y el Cesar, por sus ancestros los Cote; además de sus vivencias en estas tierras, antes de pertenecer el Grupo de Barranquilla, ha sido un vehículo de internacionalización de la música vallenata.

El mismo escritor, cuando le preguntaban por su obra más conocida “Cien Años de Soledad”, decía que su novela era un vallenato de 450 páginas y que admiraba la capacidad de su gran amigo Rafael Escalona de contar en una composición una buena historia en la cual la realidad y la ficción se confunden sin ningún problema.

El vallenato es la música de Macondo, como bien lo ha descrito y explicado el profesor Arminio Mestra Osorio, y el investigador e historiador cesarense, Tomás Darío Gutiérrez, en sendos trabajos divulgados por este periódico. Y Macondo es una aldea global era el mundo fabulado de García Márquez para contar su visión de los problemas de América Latina con mucha poesía, pero también con una gran vitalidad y exuberancia.

El fenómeno de migración del vallenato se ratifica con la realización de decenas de festivales en Boyacá, en Bogotá, en otras zonas de Cundinamarca, en Barrancabermeja, en algunas poblaciones de Córdoba y Sucre, lo que demuestra que esta música hace rato que dejó de ser de la provincia, de los territorios del País Vallenato, del Cesar, la Guajira y todo el Caribe, para volverse un emblema nacional y – como bien lo dicen algunos – un estado del alma. El mismo fenómeno que sucedió con la ranchera mexicana, con el tango argentino y hasta con la música salsa, entre otras expresiones culturales.

Insistimos en que ojalá esa universalización del vallenato, en ese fenómeno de globalización cultural e hibridación que vive la sociedad moderna, no pierda la esencia de una música alegre, vívida, sentida y con una gran calidad literaria, narrativa y poética,  que se expresa en los cuatro ritmos tradicionales: paseo, merengue, son y puya, y con los instrumentos típicos del vallenato primigenio: acordeón, caja y guacharaca. En este sentido, volvemos a reiterarlo hasta el cansancio, el Festival de la Leyenda Vallenata, debe ser el polo a tierra de esta bella música popular y es el evento que debe servir para preservarla en esa turbulencia de la globalización.

 

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