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Los recuerdos

“…Para que todos los días de tu vida te acuerdes del día en que saliste de la tierra de Egipto”: Dt 16,3.
Un recuerdo es la memoria que se hace de algo que ya ha pasado. Gracias a esa capacidad de retener el pasado, podemos planificar el futuro. La paulatina pérdida de memoria u olvido es dejar de conservar en la mente información que ya había sido adquirida.

Así, el recuerdo es la base de la sabiduría porque nos permite aprender del pasado. Recrearse en los recuerdos contribuye a serenar el estado de ánimo. Recordar eleva nuestra autoestima. Recordar nos ayuda a fortalecer nuestras relaciones interpersonales. Rememorar momentos, ideas y emociones ayuda a mantener en forma nuestra mente. Es decir, la capacidad de recordar es una fuente de equilibrio y de bienestar. Volver a sentir intensa y vívidamente es una manera de cuidar nuestro bienestar emocional.

Como es lógico, nuestros recuerdos no siempre son bellos y felices, sino que frecuentemente nos entristecen. Sabiendo esto, deberíamos procurar exprimir al máximo nuestra vida para conseguir inundar nuestra mente de recuerdos positivos. Lo malos momentos vienen solos, así que hay que salir a buscar los buenos de la mano del Señor.

El texto de hoy nos muestra la importancia del recuerdo en nuestras vidas. Para ayudar al pueblo de Israel a no olvidar el camino por el cual había transitado, Dios instituyó fiestas anuales con el solo propósito de que no se olvidaran de su peregrinaje.

El pueblo de Israel debía recordar varias cosas: Primero, que en el pasado habían sido esclavos, sin esperanza de que alguien los liberara de esa condición. Ahora, esa libertad les había sido otorgada, y estaban llenos de ilusión, no ganaron la libertad por sus propios méritos o esfuerzo, la recibieron por la fe.

Segundo, el día que salieron de Egipto fue por la intervención poderosa de Dios a favor de ellos. Hubo un precio que pagar para que pudieran ser libres. La nación de Egipto sufrió toda clase de calamidades para que su duro faraón finalmente les otorgara el permiso de salir. Ahora ellos podían disfrutar de los portentos y milagros de Dios cada día a su favor.

Tercero, habían salido de Egipto de manera apresurada, solamente con la ropa que llevaban puesta. Antes no tenían ninguna de las posesiones que ahora disfrutaban. De la penuria absoluta, Dios los había transformado en una nación grande y prospera.

Amados amigos: ¿Cuál era el beneficio de que ellos recordaran todas esas cosas? ¡Los ayudaría a ser agradecidos! La gratitud no solamente nos lleva a recordar a la persona de Dios de cuyas manos fluyen todas las cosas buenas, sino que también produce en nosotros un deleite en cada experiencia, en cada relación, en cada actividad en la cual tenemos participación.

Nunca nos olvidemos de dónde nos sacó el Señor para no caer en la queja y la ingratitud, reclamando mayor respeto o mayores privilegios, como si lo que somos o tenemos lo hubiéramos podido lograr sin su ayuda y su soporte.

La invitación de hoy es a que recordemos la misericordia de Dios sobre nosotros. Sus misericordias se renuevan cada mañana… Nunca nos olvidemos que sus íntimos motivos son el amor y la ternura. Charles Chaplin decía: “La vida es una obra de teatro que no permite ensayos. Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida antes de que el telón baje y la obra termine sin aplausos”.

Meditemos: La única manera de tener bonitos recuerdos es haber vivido en la presencia de Dios. Saludos cariñosos y un fuerte abrazo en Cristo.

Por Valerio Mejía Araujo

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