A los 100 días del mandato de nuestros alcaldes -y la gobernadora- no hay sorpresas que ensombrezcan su gestión, tampoco que la hagan extraordinaria. En esta edición nos hemos concentrado en el alcalde Ernesto Orozco pues es el responsable del gobierno más incidente en el diario vivir de los vallenatos.
El ejercicio de planeación en estas calendas compromete a un mandatario, además de la cantidad de eventos sociales y de capacitación que recibe, los hace presa de sobreinformación que no lo deja ordenar, enfocar y priorizar sus objetivos y tareas. Termina abrumado por tantas peticiones individuales, de amigos y de políticos aliados, y de peticiones de barrio, que empieza a perder el tiempo.
Sabemos de gobernantes que trabajan en la calle, y son exitosos -estilo del que se ufana Alejandro Char- y otros que por hacer lo mismo suelen fracasar pues no organizan la casa ni diseñan ni estructuran ni gestionan proyectos y concluyen en altos niveles de dispersión. En el primer caso es de suponer que se trata de personas que cuentan con un soporte institucional y verdaderos gerentes que los apoyan en sus escritorios haciendo la labor rigurosa cada día.
En muchos países, en especial los del norte, los mandatarios, locales elegidos popularmente, son políticos que hablan con la comunidad, comunican y declaran con palabras, gestos y símbolos, representan a su ciudad en eventos, desarrollan relaciones con los otros políticos de los cuerpos colegiados o con el gobierno central; y designan vicealcaldes o gerentes de ciudad que adelantan las tareas administrativas. Estos aseguran la eficiente marcha de la administración.
Aún no sabemos a cuál estilo le apuesta Ernesto Orozco; aunque podríamos inferir que por su trayectoria administrativa -exitosa en Comfacesar- se concentrará en estudiar los problemas, en diseñar con detalle las soluciones y los proyectos y liderar la ejecución de las obras y soluciones pertinentes y oportunas. Si su slogan de campaña es que ‘arregla esto’ debe contar con un diagnóstico apropiado. Bien decía el presidente y exgobernador del Cesar, Alfonso López Michelsen, que un buen diagnóstico te descubre la solución, el arreglo. De allí que el llamado es a identificar los problemas con propiedad, con el apoyo de expertos técnicos y actuar en consecuencia.
La alcaldía debe comprometerse a fondo y asumir el riesgo y costo cuando, en los periodos iniciales, tiene un alto capital político. No es bueno para sus años siguientes complacer a todo mundo.
En ocasiones deberá microgerenciar, ir a la calle, evitar que las motos crucen en rojo los semáforos, recoger las basuras o regar los árboles, como lo hacía genuinamente -no para la foto- el alcalde Campo Soto, en quien se inspira el mandato de Orozco, por lo que escuchamos en su discurso de posesión. En esa disposición lo vimos en la captura de un peligroso delincuente.
Deberá responder si continuará el parque lineal de Hurtado hasta el Pueblito Vallenato, la Casa en el Aire, si hará alianza público privada del Parque de la Leyenda, si funcionará la Policía Metropolitana, si veremos el Ecoparque del Río y la Primera como vía turística o de alto tráfico, si ejecutará la PTAR, si impulsará el embalse del Guatapurí, qué hará con el lote de la electrificadora contiguo a DPA; si habrá escombrera municipal para los residuos de construcción. En fin…