Son muchos los que piensan que organizar un Festival Vallenato es como soplar y hacer botella, y por eso tal vez, nacen a granel festivales de este género musical a lo largo y ancho del País, el problema es que la gran mayoría llegan a la vida con acta de defunción prematura, entre otras cosas porque creen que el pago de los premios no es lo más importante de estos eventos.
En días pasados participé de una tertulia sobre las causas por las cuales los organizadores de festivales vallenatos dejan de pagar o pagan incompletos los premios a los concursantes y llegábamos a muchas conclusiones, algunas de las cuales quiero hoy compartir con ustedes.
Una razón por la cual nacen muertos algunos de estos eventos es la de pretender hacerle de entrada competencia al Festival de la Leyenda Vallenata y ofrecer una premiación atractiva y jugosa, por ello sus organizadores tienen entre sus principales objetivos el de llegar a ser a corto o mediano plazo el segundo Festival en importancia del País y sin ambages afirman y por qué no superar al de Valledupar.
En principio no es malo, ni un error trazarse metas ambiciosas; el problema consiste en querer correr sin haber gateado ni caminado, y como se dice popularmente la avaricia rompe el saco o el que mucho abarca poco aprieta.
Otra razón poderosa del no pago, o dejar entre las obligaciones no prioritaria el pago de los premios, es la corrupción interna entre los organizadores, ya que casi siempre entre quienes se unen para crear o hacer un festival hay intereses económicos particulares y concretos que no tienen el más mínimo espíritu altruista de apoyo a la cultura y que pactan coimas en todo lo que sea contratación.
No hay otra explicación a que en un Festival Vallenato primero se paguen todos los contratos y solo si queda algún remanente se piense en pagar los premios, como se ha vuelto costumbre en algunos de estos eventos.
Este es un problema al que el Ministerio de Cultura o cualquier otro organismo gubernamental debería prestarle más atención, o en su defecto pensemos en crear un órgano de control que vigile y ponga “tatequieto” a tantos avivatos que se hacen llamar gestores culturales para engañar vilmente a nuestros músicos.
Algunas juntas organizadoras de festivales vallenatos tienen más parecido a un concierto para delinquir que a otra cosa, por lo cual ya es hora de denunciar estas prácticas que le hacen tanto daño a nuestro folclor.