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Los porqués de nuestra creciente descomposición social

El asombroso impacto por el asesinato tan inhumano del joven ganadero, Juan Felipe Ustáriz González, ha suscitado enorme solidaridad social, acompañada de enérgica censura a las acciones violentas, reclamando mano dura a las autoridades competentes contra los autores de crueldades que dejan aflicciones y resentimientos de por vida en las familias de las víctimas fatales.

Si bien por la ira del intenso dolor, es comprensible la inculpación a las autoridades de ser ineficaces en la protección de la gente, no se debe ignorar los ingentes esfuerzos realizados por el estamento gubernamental con la intención de contrarrestar los actos vandálicos.

Los homicidios salvajes premeditados, reconfirman la teoría del origen evolucionista de las especies biológicas a través de la selección natural, planteada por el naturalista británico Charles Darwin en 1859, bajo el argumento de que los humanos no somos ángeles caídos del cielo, sino antropoides erguidos, que en la evolución de la filogenia de los primates adquirieron el genotipo y fenotipo del homo sapiens, dotado con inteligencia superior a la de las otras especies vivientes de la tierra; sin embargo, el homo sapiens, en más de 300 mil años de existencia ?calculados por estudios arqueológicos de restos óseos encontrados en Marruecos, África? en ningún tiempo ha dejado de exteriorizar su ancestral animalismo primitivo.

Sabemos que los animales salvajes habitualmente atacan y matan a otras especies por instinto de conservación; es decir, cuando tienen hambre y para defender sus vidas. En contraste, los humanos tenemos el potencial mental para poder agredir y asesinar por disímiles motivos, con la ventaja de que podemos planearlos con antelación y escoger el momento oportuno para actuar en busca de lograr los resultados deseados.

Lo cierto es que, tanto el desenfreno intelectual como el irracional de los humanos, son perjudiciales cuando no somos capaces de autocontrolarnos, por ende, surgieron las normas de convivencia, para lo cual, todos los países tienen la Constitución Política como norma magna, en procura de que la gente tenga un comportamiento acorde con los principios y valores aceptados universalmente como nobles. Sin embargo, en nuestro país la mayoría de su gente irrespeta su Constitución Política por múltiples intereses o circunstancias.

Actualmente uno de los principales distorsionadores de la conducta de la humanidad es la permanente influencia de los medios de comunicación, especialmente las redes sociales de por si incontrolables por el uso masivo de internet y telefonía móvil.
En nuestro país donde veneramos el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de la Virgen María, al Santo Ecce Homo y otros Santos, pocos respetan los diez mandamientos de Dios, tampoco a su norma magna, en la que se proclama la vida humana como un derecho fundamental y sagrado, ya que en su artículo 11 dispone que el derecho a la vida es inviolable. Por tanto no se aplicará la pena de muerte. Y en el artículo 13, detalla: Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.

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