Es preocupante como en nuestro país en los últimos años han ido en aumento las denuncias penales formuladas a los profesionales de la bata blanca (médicos) por presuntas malpraxis o negligencias, con una judicialización creciente de la medicina; pero sobre todo, con condenas ejemplarizantes por el delito de homicidio culposo.
Aunque se trata de un tema sin fronteras por su especialidad, creo que esto se debe a varios hechos fundamentales. El primero tiene que ver con la evolución del concepto de la medicina, el cual hoy es eminentemente científico, lo que indica que atrás quedó la experimentación y la exploración, es decir, atrás quedó la sacralización del médico cuyos actos tenían el poder de la verdad; y otro, es la democratización de la relación médico paciente, pues hoy al paciente se le ha reconocido el principio de la autonomía de su voluntad y eso lo hace consciente de que puede solicitar otro concepto sobre su diagnóstico, repetirse exámenes clínicos y en fin, denunciar si no queda conforme con el resultado.
Y digo que es preocupante la situación porque estos hechos han provocado una gran inseguridad en el profesional de la medicina, ya que estos pronunciamientos judiciales lejos de ser justos o no, hacen que los médicos recurran a ejercer una medicina defensiva, con solicitud de exámenes de toda clase, interconsultas a diversos especialistas, estudios complementarios muchas veces innecesarios, con tal de protegerse ante un eventual reclamo del paciente, es decir, los médicos ya ven a sus pacientes como futuros enemigos, y lo peor de todo, es que esta medicina defensiva aleja todavía más al médico del paciente y por ende, se pone en jaque la esencia de la medicina humanista y el juramento hipocrático. Contrario a lo que piensan los médicos, creo que el reconocimiento y el respeto de los derechos de los pacientes es un componente obligado en la relación médico-paciente y propio de una medicina asertiva y humanista.
Pienso que sólo en este marco de respeto, de libertad y ejercicio de los derechos, se podrá alcanzar el principio de autonomía, bajo el cual el paciente asume la toma de decisiones de acuerdo con sus propios intereses y valores, porque los pacientes también deben entender que el ejercicio de la medicina es de medios y no de resultados y que los médicos no hacen milagros. Pero de igual manera, los médicos también deberán entender que no deben exponer a sus pacientes a riesgos injustificados y no perder de vista que en la ejecución del acto médico siempre van a tener la posición de garante, vale decir, el deber muy específico de evitar un determinado resultado.
En suma, considero que el abuso de la medicina defensiva no es sana desde ningún punto de vista y por el contrario, debe ser discutida urgentemente para que se supere este lamentable episodio que está agobiando tanto a médicos como a pacientes y como resultado de ello se proponga una nueva deontología médica en el marco de los derechos fundamentales y los avances científicos y tecnológicos propios del ramo.