Un país históricamente acostumbrado a resolver sus problemas mediante el uso de la fuerza es susceptible de poner en riesgo su futuro cuando victimiza a la población infantil. La situación es preocupante, la masacre de los niños en la vereda El Cóndor, ubicada a 45 minutos de Florencia, capital del departamento del Caquetá, certifica el peor estado de irracionalidad humana, son actos crueles y deplorables, no encuentro otros calificativos publicables para los victimarios, tampoco penas coherentes para el tamaño del delito en nuestro ordenamiento judicial y penal; es pertinente revisar cuántos cumplen penas por delitos iguales o similares, en aras de determinar penas indefinidas o de carácter capital o ejecución.
Es controvertido lo que resalto. Sin embargo, las cifras son alarmantes, un informe de la Fundación Agencia de Comunicaciones Periodismo Aliado de la Niñez, el Desarrollo Social y la Investigación – PANDI- y el Instituto Colombiano de Medicina Legal revela que en 2014, 940 menores entre los 0 y 17 años fueron asesinados, con un aterrador promedio de 3,5 casos cada día.
Se presume que la muerte de los niños en Caquetá fue originada por la disputa de unos predios ubicados en Zonas de Reserva Forestal, nada más injustificable que mueran niños por ignorancia y ambición.
La violencia interpersonal, intrafamiliar, produjo 30 mil víctimas entre los 0 y 17 años durante el año anterior. Es menester revisar las políticas públicas en torno al cuidado y protección de la niñez en el país. Sobre el particular, la Organización de Naciones Unidas, ONU, puso de presente la situación de los niños y el conflicto armado refiriéndose a las graves violaciones de las que son objeto los niños en Colombia, señalando aspectos como: el reclutamiento y la utilización por grupos armados, las muertes y las mutilaciones, actos de violencia sexual, ataques contra escuelas y hospitales y la denegación del acceso humanitario.
La realidad de los niños es compleja, los problemas institucionales golpean con mucha fuerza la vida diaria en indicadores relacionados con mortalidad, vacunación, nutrición y escolaridad, así mismo, la desintegración del núcleo de la sociedad contribuye con la aparición de situaciones anómalas que terminan entregando a los niños a escenarios delincuenciales para empezar una carrera de corta duración.
“Los niños son el recurso más importante del mundo y la mejor esperanza para el futuro”: John F. Kennedy. En Colombia no podemos pensar lo contrario, menos cuando se procura reconstruir la república equitativa a partir del fin del conflicto, la tarea es ardua pero toca empezar recuperando el valioso aporte de la familia, paralelamente, el Estado debe mostrarse ejemplarizante, estructurando planes, programas y proyectos para el sector educativo y empresarial, con enfoques de presente y futuro salvaguardando los derechos de los niños.
@LuchoDiaz12