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¿Los mochuelos lloran?

El año iniciado será uno de los más feministas del siglo, es una labor anunciada por las mujeres, cosa que entre otras cosas me encanta. Ellas llevarán el mando de casi todo, algunas seguirán el ejemplo de la alcaldesa capitalina, es decir, salir y regresar,  indicativo que escucharán consejos de la tribu.

Sin las mujeres sería imposible vivir feliz, dijo un poeta latino del siglo XII, sin ellas sería posible vivir tranquilos, remata  el Mono Cataño, filósofo de La Peña, en La Guajira. Ambos pensadores tienen razones de sobra.

Lo cierto es que comenzaron con un calendario de valores, del cual tenemos que copiarnos, al menos para sentir seguir vivos, y con una cuota de alegría.

 Doce palabras, una por mes, para seguirlas. Libertad, sororidad, igualdad, justicia, coherencia, valentía, activismo, autonomía, transformación, gratitud, respeto y autocuidado, serán su bandera. Estrenan la palabra sororidad, para fregarnos, la solidaridad pasó de moda, es muy utilizada y poco practicada me dijo una de mis asesoras de corazón.

En este solo mes reservaron para ellas, no una, ni dos, sino tres fechas. El 9 de enero, el nacimiento de Simone de Beauvoir;  el 24, el nacimiento de Virginia Woolf, la dueña de la idea que las mujeres deben tener un cuarto propio, y el 30, día de la no violencia y paz.

Como soy vallenato, y estamos en enero, consulto a nuestros poetas musicales, para seguir su hilo, al fin las mujeres nacieron para amarlas, no para entenderlas.

Tijito Carrillo, a mediados de los años 70s, con el corazón hecho cascajos, por una muchachita que había ‘pechichado’ todo noviembre y diciembre, en La Montaña, una finca cerca a Codazzi, el  10 de enero al regresar del campo, solo encontró su aroma, y desde entonces canta: “El 10 de enero se fue, no sé pa’ dónde, pero qué triste se ve llorar a un hombre que una mujer lo dejó sin alegría. Le pediré al residente de Venezuela (O sea que sabía) que no la deje cruzar por la frontera, porque mi vida sin ti no vale nada”. Hoy con la frontera cerrada, vinieron todas, por montones, tal vez para complacer a Tijito y a muchos más.

Otro Juglar, el maestro Adolfo Pacheco, dijo: “En enero, Joche se cogió un mochuelo en las montañas de María, y me lo regaló, no más, para la novia mía. Mochuelo pico e’ maíz, de ojos negros diamantinos, así como mi amor por ti, entre más viejo más fino”. Parece que le fue mejor que a Carrillo.

Roberto Calderón se quejaba por los lados de San Juan: “Ya llega enero y estrenando el año, rostros alegres de esperanzas sueñan y comparé mis sentimiento con las cabañuelas, que venga mi adorada, porque si ella no viene me declaro en huelga. Tanto la quise que hasta un día juré no volverla a mirar, pero es tanto el amor que no aguanté el dolor y tuve que llorar”. Sí, llanto otra vez, por culpa de ellas.

Leandro Díaz, más filósofo que los anteriores, al mismo mes le cantó: “Voy a buscarme un árbol corpulento y veranero, para que cuando venga el mes de enero, tener mi negocio hecho. El tiempo pasa con su vanidad, trayendo nubes y vientos a montón…”.

Carrillo llora, Calderón también, Leandro quiso tener su negocio hecho, para que ellas no hicieran negocios con él. Entonces Leandro tenía sororidad, la palabrita que será moda en este primer trimestre de encierro. Encerrarse con una mujer es cárcel y libertad al mismo tiempo. Feliz enero, toca tener fe.

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