“La mujer del César no solo tiene que serlo sino parecerlo” (Marco Tulio Cicerón (106 – 43 a.C). He utilizado esta frase en otras columnas y debo reconocerles que siento algo de vergüenza con ustedes lectores porque tal vez la repita, pero creo no haya otra que denote lo que les quiero expresar.
Quienes ocupan los cargos como ministros dentro del gobierno ostentan la dignidad de ministros de Estado y su perfil los hace incluso “presidenciables” como ya ha ocurrido en el pasado con nombres de exministros como Carlos Lemos Simmonds (ministro del gobierno de Samper y presidente encargado), el mismo Juan Manuel Santos quien fuera ministro de Comercio Exterior en el gobierno de César Gaviria, de Hacienda en el gobierno de Andrés Pastrana y Defensa del presidente Uribe; igualmente personajes como Martha Lucía Ramírez, Germán Vargas Lleras y otros pesos pesados que le daban la altura y la dignidad a los ministerios que ocupaban, pero no solo los que acabo de mencionar, en esta lista obligatoriamente deben estar Roberto Junguito Bonnet, Mauricio Cárdenas Santamaría, Abdon Espinosa Valderrama, Fabio Echeverri, Rudolf Hommes, José Antonio Ocampo y muchos otros que son verdaderas lumbreras en un gabinete.
No les voy a negar que cuando arrancó el gobierno de Gustavo Petro tuve una leve esperanza que se rodearía de los mejores y que haría un gabinete de lujo además de plural por aquello del “gran acuerdo sobre lo fundamental” que hábilmente le copió a Álvaro Gomez Hurtado y de hecho fue así, arrancó con José Antonio Ocampo, Alejandro Gaviria, Cecilia López, Alfonso Prada Gil y Guillermo Reyes lo que en ese momento le aseguraba al menos que las carteras claves estarían en manos de ministros con experiencia y de verdadero peso para lidiar la complejidad de esas carteras; sin embargo, la de Minas y Energía, Protección Social y después Salud y Relaciones Exteriores terminaron en manos de activistas y lideres sindicales, amén de las principales embajadas y consulados donde lo único que se necesita es ser defensor a ultranza del presidente o amigo de doña Verónica; así las cosas, gente sin experiencia ninguna y sin presentación ocupan dignidades de Estado, sin mencionar el papel de la vicepresidente a la que el presidente Petro le hizo un daño enorme al escogerla como su fórmula para vicepresidente, y conste que no tiene nada que ver con el que sea negra y que venga de abajo, pero zapatero a tus zapatos.
Lo sucedido con el Ministerio de Minas fue un verdadero desastre, el presidente Petro puso a una profesora de Filosofía a manejar una cartera donde sus actividades principales representan 2 puntos del PIB, el 30 % del total de las exportaciones, el 15 % del total de la inversión extranjera y en impuestos aporta $5 billones (cifras del 2022), a pesar que los hechos y las presiones no solo de la oposición sino de expertos y de los gremios para que la ministra dejara su cargo, la atornilló hasta que la situación se volvió insostenible y prácticamente se perdió un año. Ocampo, Gaviria y López (Hacienda, Salud y Agricultura) salieron del gobierno por profundas diferencias con el ejecutivo; el canciller Leiva salió por la puerta de atrás en medio de un escándalo por una licitación de los pasaportes y súmele que mientras escribía esta columna el embajador de Colombia ante la FAO (Armando Benedetti) protagonizaba otro escándalo por agresión a su esposa y a su suegra y de no ser porque la cancillería intervino en el asunto hoy estuviera preso en España.
Pero como le hacía falta la cereza al pastel, Petro nombró como ministro de Educación a un consumidor de bazuco (dicho por él mismo) y quien tiene un largo historial de irrespeto a la policía, a la prensa, a la oposición desde su cuenta de Twitter donde se expresa en un lenguaje que no puedo transcribir en estas líneas; así mismo, activistas de redes como Walter Rodríguez “Wally”, Celso Tete Crespo y Daniela Beltrán “Lalis” terminaron con contratos millonarios solo por defender en redes al presidente.
Apoyo que el presidente quiere dar la oportunidad a gente que ha escalado a pulso para llegar a los altos cargos del Estado, pero las formas y la etiqueta no se pueden perder, uno no va a una cena de gala en bermudas, chanclas y camiseta del Junior, es el nombre del país el que está en juego ¡de por Dios!
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.