BITÁCORA
Por: Oscar Ariza Daza
Una de las grandes quejas en las escuelas y colegios alude a que los estudiantes no leen ni escriben, cosa que tampoco hacen muchos profesores, por lo que jamás podrán exigirles a sus pupilos lo que ellos no son capaces de enfrentar. Escribir y leer no debe ser una tarea de magos ni de verdugos. Debe ser un proceso de redescubrimiento del mundo, en la medida que el texto literario se proyecta como el resultado dialógico del texto y lo social en el que el lector es un mediador entre el autor y el mundo.
Rescatar el valor de la lectura y la escritura debe ser una prioridad en el aula; para eso es necesario implementar algún tipo de campaña para que se lea más allá de alcanzar fines estadísticos que buscan detectar en las obras, figuras literarias, tiempo, espacio, personajes principales o secundarios. Este tipo de análisis ha llevado a que muchos estudiantes sientan apatía hacia la lectura que debe producir fruición antes que elaborar inventarios que en nada ayuda a entender el texto, sino se determina cuál es la importancia de cada recurso estilístico en la producción de sentido de la obra a partir de su relación con el entorno social.
En la lectura y escritura los estudiantes tendrán posibilidad de encontrar su propio mundo si se les permite leer más allá de la obligación cotidiana del reporte, para que la clase de español y literatura se convierta en un pretexto para conversar, para compartir información, opiniones y posturas, libres de presiones jerárquicas en las que muchas veces los profesores tratan de imponer su autoridad sin ganarse el derecho a exigir. Muchos de quienes obligan a leer y escribir, jamás han escrito línea alguna y sus referentes bibliográficos siguen siendo los mismos que moldearon su formación en la universidad.
Cientos de profesores exigen leer libros y hacer ensayos, cuentos o escribir poesía, sin embargo nunca llevan a clases textos de su autoría para compartirlos y así motivar a sus estudiantes, desmitificando la labor del escritor. Nada peor que exigir algo de lo que somos incapaces de hacer.
Escribir desde y para las clases, entraña un gran compromiso ético y estético. Los escritores, son seres humanos en maduración, abiertos a todos los mundos posibles que les entrega el arte. Unas de las formas de explorar el mundo a través de la literatura en sensibilizándonos, abriendo nuestros sentidos al universo, dejándonos poseer por el asombro, reconociendo en los olores, sabores, figuras y texturas la presencia de épocas, lugares, personas, recuerdos que ayudan a armar la gran colcha de retazos que compone nuestra existencia. Federico García Lorca decía que el poeta debe llevar un plano de los sitios que va a recorrer con la poesía y debe estar seguro frente a las mil bellezas y las mil fealdades disfrazadas de belleza que han de pasar delante de sus ojos.
Un profesor de literatura que no es capaz de hacer del aula de clases el espacio perfecto para que se goce a partir de la lectoescritura, un profesor sin sensibilidad hacia el arte es un terrible ejemplo para sus estudiantes.
Una de las condiciones para empezar a escribir, es ser fanáticos y obsesivos; nada debe anteponerse a nuestra creación, el escritor fanático encuentra en esta actividad un reto cuya única manera de alcanzar algo importante es a través de la disciplina, de un trabajo de carpintería que debe lanzarnos al pulimento de nuestra obra para combatir así la espontaneidad, un concepto mal asimilado a la creación.
Muchas profesores defienden la teoría de la inspiración como la ocasión intempestiva en que nos llega una fuerza exterior y se posesiona sobre nosotros para hacernos producir; contrario a ello, la inspiración debe ser el estado de conexión en donde el creador recibe el mundo y es capaz de explicar cómo lo percibe a través de su obra; la inspiración no siempre llega o nace de la espontaneidad, es necesario buscarla debajo de las piedras, en el eterno canto del agua o en las lecturas que hagamos de otros autores, sin que eso se convierta en riesgo de perder nuestra originalidad. El escritor, se fundamenta como tal no tanto inventando como si explorando o descubriendo a través de la constante lectura que lo llevará a una mejor escritura; esa es la verdadera esencia de la clase de literatura.
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