Hay que enseñar que lo interesante en los caminos de la educación son los recorridos, no el objetivo final de conseguir un diploma.
Los buenos profesores son los que nos enseñan a conocer la verdad bajo la claridad de las ideas y bajo una personalidad definida, pues no puede haber enseñanza sin vocación y el objetivo es cambiar la vida de sus estudiantes guiada por los senderos de la justicia permanente, bajo el manejo de sus pasiones, pues lo que se estudia con pasión se consigue.
Nunca pienses que el estudio te ayude a ganar dinero, piensa en tus pasiones, pues ellas te llevan donde
te sientes acomodado y luego el dinero llegará solo; lo que te hace feliz es lo que te apasiona y solo eso puedes dominar con criterio definido.
Un maestro sin vocación no puede ser llamado maestro, pues solo se convierte en un conductor autómata de sus conocimientos, sin imbuir la filosofía de estos, asimilando las rutas de la indiferencia de un deber cumplido cuya idea de formación integral se pierde en el vacío.
La educación es la base de la paz y convivencia social, es la base del progreso y del apego a la naturaleza y que nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos; es la base de la reflexión que nos lleva a entender la vida, por ello el proceso informal del hogar siempre será determinante, pero la directriz con vocación del maestro será definitiva en el destino del hombre.
Me gusta la gente que sabe, que maneja la sabiduría sin títulos decía mi padre y yo le escuchaba y llegaba a reflexionar…, ¡ah caramba! esto me indica qué hay que estudiar para aprender y no para lograr un medio de subsistencia a través de un cartón que mostrar, que en la mayoría refleja un estado de vanidad social y no una condición de la naturaleza del conocimiento y ello depende de la vocación de quien dirija tus conocimientos.
Algún profesor de tiempos atrás de mi bachillerato también me decía: “nunca pongo una nota por lo preciso que sea un examen que haga a algún alumno, sino por la pasión que haya notado con que se ha expresado en el mismo”, dándome a entender que calificaba la pasión por lo que hacía y no por lo que había memorizado, y de todo ello, soy como profesor el responsable, pues mi vocación que también la tomo con mucha pasión me lo permite y de aquí aprendí que
no hay como la verdad a tiempo.
Solo así se descubre el precio que tiene la felicidad, en especial cuando yo soy el autor de las ideas que me hacen sentir la emoción humana, que me permiten manifestar mis lágrimas y además profesar mis afectos y por último mostrar a lo que está sometida la seguridad universal de lo que aprendí con pasión de un viejo maestro con vocación de maestro.
Educar a una persona no es enseñarle algo nuevo, sino transformar a esa persona en alguien útil para la sociedad que le rodea y con ello en un maestro con vocación sus enseñanzas duran por siempre y convierten al mal estudiante en bueno y al buen estudiante en superior.
Siempre estaremos en deuda con nuestros maestros en especial de aquellos que acogieron nuestras pasiones con su vocación de educadores y nos enseñaron a formarnos a nosotros mismos y a depender de nosotros mismos bajo las normas de la convivencia social y hacernos entender y reflexionar de que es el conocimiento lo que nos lleva al cambio, y he aquí donde la vocación del maestro es más relevante de lo que nos pueda enseñar.
Solo los maestros con vocación de maestros, suelen ser los grandes y buenos maestros.