(Dedico estas notas a todos los maestros de mi provincia). No quiero con mis conceptualizaciones bajo ningún aspecto demeritar a los contemporáneos, pero sí quiero resaltar que aquellos, los de entonces, manejaban los verdaderos valores humanos como base de una buena formación integral antes que las ciencias del ingenio.
Las normas de urbanidad, una escritura vistosa, clara, sencilla y correcta, los conocimientos religiosos e históricos básicos, la elementalidad de los números y el manejo del verbo, marcaban la pauta primaria del conocimiento y mientras estos temas no se aprendían bien, no había pase libre hacia los conocimientos secuenciales, lo que obligaba a la repetición de años, siendo esta situación no provocada por una mala dirección, sino por aptitudes y rebeldías estudiantiles normales en las condiciones de los años nuevos, que aunque la formación paterna fuera o haya sido ejemplarizante no dejarían ni dejarán de existir las travesuras infantiles en el descubrimiento de los misterios permanentes de la vida.
La regla, instrumento de madera sólida y pesada, y entre más pesada mejor, era el atenuante que ayudaba a marcar el camino correcto y los padres acolitaban este método con vehemencia y aprecio, pues conocían con exactitud sus efectos; “La letra con sangre entra”, era el lema de algunas cartillas de aprendizaje.
Hoy en día, la lasitud impuesta por criterios demasiados liberales han ido volteando las cosas y los verdaderos valores éticos dejaron de ser primarios ante los conocimientos de las ciencias y aún ante la barbarie que ya se predica y práctica como un proceso normal, pues la ley perdió su esencia ante la sociedad de la vida fácil, producto de una globalización sin control.
Las Organizaciones No Gubernamentales, las organizaciones con criterios humanísticos y muchas otras sin una filosofía integral definida y justa, están marcando territorio y sin darnos cuenta, producto de las debilidades humanas por la mala interpretación de los temas sociales, se está cayendo en un vacío profundo que, si no ponemos atención, nos llevará al caos.
Según van las cosas la única solución viable para recomponer los hechos es buscar el sendero de los caminos viejos; recordemos que nosotros, los de antes, nuestra comunicación perfecta y más corta entre dos comarcas eran los caminos viejos que en el futuro fueron y han sido la guía y base para el diseño de los caminos nuevos.
No estaríamos retrocediendo si volvemos a los métodos de antes, al contrario, estaríamos rescatando las bases para una vida mejor en donde la hermandad, el compadrazgo, la vida sencilla y modesta, vuelvan a reinar y a ser el verdadero fundamento para una sociedad más justa.
Como añoro a los maestros de mi infancia y años mozos, sí los añoro y sé que muchos los añoran; ser maestro de escuela era sinónimo de seriedad, temor, respeto, sabiduría y empezamos a querer a estos enigmáticos seres, cuando los años nos demostraron que eran los únicos que conocían el secreto que nos hermanaba con la moral y buenas costumbres y que poseían la fórmula para elaborar la pócima que nos hacía esclavos permanentes de la dignidad.
Cómo nos duele que hoy la moral, las buenas costumbres y la dignidad estén por el suelo.
Queremos saber mucho, pero nunca alcanzaremos la verdadera sabiduría, sino aprendemos para siempre sobre los valores básicos que deben guiar nuestro destino.