Por Celso Guerra Gutiérrez
Estos indígenas viven en lo más profundo del Mato Groso, región selvática de Brasil, Mussapere y Herundy, son sus nombres de pila; hijos ilustres, hermanos, cuarto y quinto de una numerosa familia de los treinta hijos de Mitanga.
Este grupo étnico, vive lejos de la civilización carioca, siempre se han caracterizo por ser pacíficos. Los hermanos, en su habitual rutina de trabajo, se encontraron una guitarra en el camino que siempre trasegaban, instrumento musical que habían dejado olvidado turistas que frecuentaban esta región en busca de riquezas.
La guitarra era mirada con mucho recelo por este par de muchachos, que no sabían qué hacer con ella, la guardaron por largo tiempo, y pensaron que era un arma de fuego, como otras que habían sido encontradas y que explotaron causando mucho daño entre ellos, pero esta vez no ocurrió así.
Más pudo la curiosidad y decidieron estudiarla, no sin antes someterla al escrutinio de los demás integrantes de la tribu.
Comenzaron a explorarla con sus hoscas manos, los sonidos que emitía el instrumento acrecentaron su interés, le tomaron gran cariño, aprendieron a tocarla con rara maestría.
Optaron por dejar la tribu y adentrarse en el mudo de los blancos y llegaron a Río de Janeiro, para investigar la procedencia de la guitarra, allí lograron un éxito mediático, impresionaron cantando y tocando canciones de su tribu, lógicamente sin la habilidad de las manos expertas de los caras pálidas, lograron grabar un par de disco 78 RPM, pero el encanto acabó al poco tiempo y les tocó regresar a la jungla.
Por esas cosas raras del destino, no se sabe cómo, ese par de discos llegaron a Nueva York, un locutor la hizo sonar en su emisora, un oyente noctambulo pidió que le repitieran y en adelante fueron miles los pedidos.
Los expertos estaban sorprendidos del éxito de estos artistas anónimos, nadie daba razón de ellos y sus orígenes, pero había que buscarlos y explotar esa veta de oro en potencia en que se habían convertido.
Después de una larga y extensa búsqueda, fueron encontrados en su hábitat natural, en la lejana y espesa manigua del Brasil.
Inmediatamente fueron contratados, para una serie de presentaciones por toda América, gira que duró seis años, que los llevó a México, donde hicieron un alto en sus presentaciones y dejaron de llamarse por sus nombres de pilas para convertirse en Antenor y Natalicio Moreira Lima.
Se dedicaron a estudiar la guitarra de concierto, con un profesor diferente, Antenor, se especializó en acompañante y Natalicio, en la ejecución melódica, estos estudios abarcaron el campo clásico.
Hoy el mundo los conoce como Los Indios Tabajaras, difusores de la música folclórica de su tribu y su país, también sumaron a su repertorio los grandes clásicos europeos, Bach, Beethoven, y otros.
Después del estudio minucioso, emprendieron gira, por América y Europa que los llevó a actuar en los más importantes teatros de ópera del mundo y vender millones de discos en diferentes idiomas.