Los comités negociadores del oeste y del este de Libia retomaron el diálogo en Túnez después de que sus respectivos gobiernos aceptaran el primer paquete de enmiendas al Acuerdo Nacional de 2015 propuesto por el nuevo enviado especial de la ONU, Gassam Saleme.
Según un comunicado difundido por la misión de la ONU para Libia (UNSMIL), el diplomático libanés felicitó a los líderes de ambos comités al inicio del encuentro, que se celebró a puerta cerrada en un hotel del norte de la capital.
“Felicitó a los dos comités por su seguro regreso tras las amplias consultas y les deseó un éxito que permita llegar a un entendimiento que permita sacar el proceso político del impasse en el que se halla”, afirmó.
Además expresó su esperanza en que acuerden “un mecanismo que permita formar un nuevo Consejo Presidencial en unos días” y avance hacia “la unidad del país y de las instituciones públicas y prepare Libia para las próximas elecciones presidenciales, legislativas y municipales”.
Tanto el Consejo de Estado, órgano vinculado al Gobierno de unidad sostenido por la ONU en Trípoli, como el Parlamento en Tobruk, que domina el mariscal Jalifa Hafter, aprobaron esta semana el primer punto del plan propuesto por Saleme a finales del mes pasado.
Ambas instituciones aceptaron la formación de un nuevo consejo estatal restringido, con un presidente y dos vicepresidentes, independiente de la presidencia del Gobierno.
Según el calendario propuesto, todas las enmiendas al Acuerdo Nacional, forzado por la propia ONU en 2015 y que desde entonces ha ahondado aún más la división del país, deben consensuarse y ser aprobadas antes del fin del mes de noviembre para poder convocar nuevamente elecciones en el verano de 2018.
Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la OTAN contribuyera a la victoria de los rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.
Desde 2014, el estado está dividido en dos, con una autoridad en el este, bajo el control del Parlamento en Tobruk y la tutela del mariscal Jalifa Hafter, y otra en Trípoli, sostenida por la ONU y representada por el primer ministro, Fayez al Serraj.
Ambas se apoyan en diferentes milicias que a menudo cambian de bando, y que mantienen difusas relaciones con grupos yihadistas y con mafias dedicadas a todo tipo de contrabando.
EFE