Valiéndose del hierro, acero y bronce, la escultora bogotana Elma Pignalosa creó en Valledupar el monumento Los Gallos, ubicado en la intersección de la avenida Simón Bolívar con la transversal 16C.
Esta obra escultórica representa una de las tradiciones de la región como lo es la riña de gallo fino, actividad representativa en épocas de jolgorio y tradicionalmente en cualquier concentración popular. “Desde su instalación se convirtió en el mejor referente de la simpatía y popularidad que los galleros tienen en el Cesar. De hecho, esta escultura es un homenaje a esa gran afición gallística que existe en los departamentos costeños y que tiene en Valledupar a una de sus mejores y más caracterizadas aficiones”, comentó Cecilia ‘La Polla’ Monsalvo.
Por su parte, el coordinador de Cultura Municipal, Alberto Muñoz Peñaloza, enfatizó que “la afición gallística es también una tradición en nuestro medio. De igual manera, es representativa de la piquería vallenata como símbolo de la vallenatía”, invitando a las comunidades, tanto propios como visitantes, a que se apropien de dicha simbología como preservación y divulgación del patrimonio cultural inmaterial.
Esta figura se complementa con un lugar cercano a la misma, el Coliseo Gallístico ‘Miguel Yanet’, punto obligado de encuentro de las cuerdas de la región, que se ‘revoluciona’ especialmente en los días del Festival de la Leyenda Vallenata, donde criadores de gallos de todo el país se dan cita para que sus campeones demuestren su fortaleza y se lleven un premio.
Estado actual
Por la exposición a la intemperie, donde la obra está sometida a efectos del sol y la lluvia, el óxido la está carcomiendo. Otro de los efectos que la afecta es que personas falta de civismo la han tomado de dormitorio y baño público.
Para expertos, la conservación de éste y los otros monumentos depende en gran medida de los mantenimientos preventivos que deben ser gestionados por la Administración Municipal.
En este sentido, Muñoz Peñaloza aseguró que disponen de un proyecto para que en el 2014 las obras escultóricas del ‘Valle de Upar’ sean restauradas.
Sobre la riña de gallos
Más que una afición local o regional, las peleas de gallo tienen una historia universal que el escritor vallenato Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa escudriñó en su libro Valledupar, Música de una Historia.
El juego de gallos como diversión es de un origen remotísimo. Las evidencias más concretas apuntan hacia un antepasado asiático rastreado en las selvas de la India, Birmania y las Islas Malayas.
En Grecia, las peleas de gallos se consideraban como algo muy importante en la vida del ciudadano. Es conocida la referencia que hizo el general griego Temístocles a la valentía de los gallos al pelear, en la arenga que dirigió a los atenienses en vísperas de la batalla de Salamina, diciéndoles que “mientras estas aves luchaban hasta la muerte, sólo por el placer de vencer, ellos debían luchar por su patria y su libertad”.
Esta práctica llegó al nuevo continente, y por ende a Colombia, por vía de los pobladores ibéricos quienes integraron las costumbres de los griegos y romanos. Ellos trajeron gallos a América e introdujeron esa experiencia primero en Santa Marta y, luego, en el resto de la Costa Caribe.