Un bochornoso capítulo acaban de protagonizar algunos líderes del Partido Conservador, al tratar de condicionar su permanencia en la alianza de gobierno, la Unidad Nacional, a que se desista de continuar las investigaciones que se les hace a varios líderes del mismo, presuntamente involucrados en casos de corrupción y malos manejos de bienes administrados por la Dirección Nacional de Estupefacientes, hoy en el ojo del huracán.
El “Florero de Llorente”, supuestamente, fue la aprobación de unas facultades al Ejecutivo, en el proyecto de creación de tres nuevos ministerios, para reorganizar varias dependencias de esa rama del poder público, principalmente aquellas afectadas por serios escándalos de corrupción, como los revelados por los medios de comunicación en los últimos meses. Los conservadores se mostraron defensores de los trabajadores, tema en el cual se encontraron con el apoyo del Polo Democrático.
Los hechos han demostrado que la actitud de los conservadores fue una salida en falso, a todas luces, y así ha quedado planteado ante el país nacional, del que hablaba Jorge Eliércer Gaitán. Una cosa es una cosa y otra cosa es…
La lucha contra la corrupción, que debe ser liderada por los organismos de control y respaldada por el gobierno, a todo nivel, y por la sociedad toda, por supuesto, no puede estar condicionada a la pertenencia o no a la coalición de gobierno.
Los responsables por esos actos de corrupción, directamente o por subalternos, deben responder, sean del partido que sean: de la U, de Cambio Radical, Conservadores, o del Polo, etc. No incluimos el Liberalismo porque lleva varios años por fuera del gobierno, pero el fenómeno es general…
Desde un comienzo, el gobierno de Juan Manuel Santos marcó una distancia con el de Álvaro Uribe Vélez. El nombramiento de Germán Vargas Lleras en el Ministerio del Interior y de Justicia, quien se distanció de Uribe, desde la mitad del gobierno anterior; y de Juan Camilo Restrepo Salazar, conservador y cercano al Presidente Pastrana, en Agricultura, para citar sólo algunos casos son sólo botones de muestra de esa situación.
El malestar en el Uribismo puro, como se dice popularmente, es bastante y los conservadores expresaron ese malestar. Simultáneamente, ha sido el propio Pastrana, de quien Juan Manuel Santos fue Ministro de Hacienda, el que ha llamado al orden a su partido a ser coherente entre pertenecer a la coalición, tener varios ministerios, pero ponerle reparos a la agenda legislativa.
Tarde o temprano esa coalición se romperá; para algunos lo que el gobierno ha hecho es ganar tiempo para evitar que el tránsito de la agenda legislativa se vea afectado. Pero, tarde o temprano –también- el gobierno tendrá que marcar una línea y fijar un derrotero en el que se ratifique que la Unidad Nacional se fundamente en programas y propuestas claras, como las establecidas en el Plan Nacional de Desarrollo, la Ley de Tierras, la Ley de Víctimas, el proyecto de regalías y de sostenibilidad fiscal, entre otros de la amplia agenda económica, y no en la repartición de burocracia y contratos.
El país tiene el derecho, y el gobierno la suficiente fuerza política, a que se definan unos claros derroteros de la administración de Santos Calderón. Que el ejecutivo fije sus políticas públicas con claridad y que el Legislativo las evalúe, las discuta, con amplitud, con tolerancia, pero con un apoyo o rechazo, cimentado en argumentos de conveniencia, oportunidad, costos, etc, mas no en burocracia, como ha sido la tradicional politiquería que la ciudadanía tanto rechaza. Y si esa demarcación implica la ruptura de la Unidad Nacional, bienvenida sea esta por el futuro de una mayor transparencia de la política.
Ojalá esta claridad se de antes de que se inicie, en firme, la contienda política regional donde se medirán las verdaderas fuerzas del Uribismo, del Santismo y se definirán, sin dudas, unos cambios en el mapa político del país. Por ahora, son muy frágiles los cimientos de la llamada Unidad Nacional.