Algunos todavía no creen en su arrepentimiento, otros reprochan la deshonra del “patria, honor y lealtad” que un día juraron y unos más versados se han dedicado a conocer con atención la posible verdad que los militares callaron sobre la creación de los falsos positivos en el Cesar.
Un escenario que, en su oportunidad, estuvo narrado por 12 exmilitares que reconocieron no solo las masacres, sino el daño ocasionado en los pueblos originarios y en la comunidad en general. EL PILÓN retomará el perfil de cada uno de ellos con el fin de que los lectores puedan conocer su ‘aporte a la verdad’.
CARLOS ANDRÉS LORA CABRALES
El teniente (r) constituyó su carrera militar con orgullo por pertenecer a ciertos batallones de contraguerrilla y de combate que había en el territorio nacional, pero reconoce que al alcanzar los 44 años de edad ese orgullo se desvaneció por su participación en la muerte de personas inocentes.
Su madre quemó todas las condecoraciones, los uniformes, las felicitaciones y el reconocimiento que tenía mientras estuvo privado de la libertad en la cárcel ‘La Picota’ de Bogotá. “Con esto sepulté cualquier honor militar que me quedaba”, afirmó Lora Cabrales, de 45 años, oriundo de Córdoba.
Estuvo en el Batallón La Popa en dos oportunidades, la primera, entre enero de 2000 y noviembre del mismo año, y la segunda, entre octubre de 2002 y abril de 2004. Comandó el pelotón especial Trueno que a su mando reportó 19 bajas en combate en 12 eventos distintos, según la JEP. De esos, Lora reconoció que 11 corresponden a falsos combates en los que se reportó la muerte de 17 personas, entre los años 2003 y 2004.
Entre sus víctimas están Jaider del Carmen Valderrama Ruiz, Iván Navarro Fontalvo, José Albernia Ortiz, Carlos Arturo Cáceres, Juan Nehemías Daza, Luis Israel Vargas Pabón, así como también Manuel Romero Negrete, Andrés Avelino Vega, José Antonio Mercado Hernández, Nelson Enrique Villalobos Brieva, Tania Solano Tristancho, Leiner Guerrero Ayala, Ever Antonio Barrera Jiménez, Neil Eduardo Hoyos y otras sin identificar. Por los resultados, Lora recibió reconocimientos, pero admitió que se trataron de ejecuciones extrajudiciales de civiles.
“Lamento profundamente el hecho de que Carlos no haya conocido a su padre (Carlos Cáceres), que su señora no haya podido tener esa mano de apoyo que le ayudara durante su parto”, dijo Lora. Aunque en principio Lora Cabrales no hacía un mayor reconocimiento ante la JEP, después cambió su actitud al relacionarse con las víctimas y verse afectado en su vida familiar.
Sobre los pelotones Zarpazo y Trueno dijo: “Estos dos pelotones eran una máquina de guerra y se volvieron una maquinaria de muerte”. Su aporte contribuyó a que las familias de los afectados conocieran lo que ocurrió con sus seres queridos.
JUAN CARLOS SOTO SEPÚLVEDA
La vida militar para Juan Carlos Soto comenzó desde muy temprana edad. Un día se encontraba vendiendo pescado en el mercado de Sincelejo donde llegó el Ejército y lo reclutó para prestar el servicio.
De ahí decidió vincularse como soldado profesional cuyas primeras labores correspondían a cuidar el tubo de Ecopetrol. No obstante, en el 2002 lo trasladaron al Batallón La Popa. Desde entonces, entre los años 2002 y 2005, sirvió de enlace y facilitador para la concreción de acuerdos entre los comandantes del pelotón Albardón 3 y paramilitares con el propósito de realizar ejecuciones extrajudiciales.
Soto Sepúlveda reconoció que asesinó directamente a cuatro personas y trasladó a cinco más para ser entregadas a integrantes del batallón que necesitaban resultados operacionales.
Las personas que mató fueron una no identificada, Rafael Serrano Martínez, Ever de Jesús Montero Mindiola y Wilmar Antonio Serrano Quintero. Asimismo, trasladó a Roberto Tager Bolívar, Cristian Camilo Santiago Redondo, Deivis de Jesús Pacheco Hernández, Gustavo José Púa Ortiz y Ariel Enrique Marín Urrutia.
“Siento pena por las familias, no merezco perdón de ellos ni de Dios, no lo merezco porque lo que hice nada más lo hace un monstruo como me volví yo en ese momento, trayendo personas de Barranquilla para que las asesinara el teniente Vergara. Por eso, le digo a las víctimas y a todos ustedes que estoy hablando con sinceridad y la verdad, fueron los hechos que cometí y no pido perdón porque no lo merezco. Le pido a mi Dios que habrá el corazón de ustedes porque yo soy un monstruo delante de ustedes”, afirmó Soto de 48 años.
ELKIN ROJAS
El exmilitar, de 43 años de edad, ingresó al ejército para cumplir con el servicio obligatorio en el año 2000 y al finalizarlo decidió continuar como soldado profesional en el Batallón de Artillería N°5 José Antonio Galán, ubicado en Socorro, Santander. Su ascenso como cabo tercero lo alcanzó en 2004, periodo en que fue trasladado al Batallón La Popa e hizo parte del pelotón Dinamarca 2.
Elkin Rojas reconoció que estando ahí coordinó con algunos compañeros la muerte de civiles para presentarlas como bajas en combate y que participó en el asesinato de cuatro civiles. Estos son Edwin Mesa, David Rubio, Martín Villazón y el kankuamo Víctor Hugo Maestre.
“Dejo claro que ninguno de ellos era subversivo. Me aproveché de su situación y su condición. Me los llevé como si nada porque no me importaba nada. El batallón quería resultados, se le daban resultados”, enfatizó Rojas.
Aceptó, además, que hizo funciones de reclutador y que torturó a algunas de las víctimas como a Víctor Maestre a quien prometió entregar el cuerpo a su familia si se ponía el camuflado. “Fueron delitos graves, crímenes cometidos en gran parte en contra de la población civil. Por esto, siento vergüenza, pena”, puntualizó.
MANUEL VALENTÍN PADILLA ESPITIA
El exsargento mientras ejerció funciones en la sección de inteligencia del Batallón La Popa, entre febrero de 2002 y febrero de 2004, participó en las ejecuciones extrajudiciales como intermediario con los paramilitares y agente encargado de la logística para la presentación de víctimas asesinadas como bajas en combate.
“Su rol de mensajero entre los miembros del ‘Frente Mártires del Cesar’ y el señor (Hernán) Mejía Gutiérrez fue lo que permitió que se establecieran y conocieran las circunstancias de modo, tiempo y lugar necesarias para el desarrollo de los hechos”, consideró la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, en el auto de imputación.
En su coordinación pactada por los paramilitares entregó información a comandantes de grupos para arrojar los falsos resultados operacionales. Estos dejaron como víctimas a Jader Enrique Hernández Jiménez, Donaldo Antonio Romero Barrios, Joaquín Alberto Bolaño Fonseca, Rafael Serrano Martínez, Luis Fernando Daza Malo, Sigibaldo Aragón, Manuel Romero Negrete, Andrés Avelino Vega, Jader del Carmen Valderrama Muñoz, Iván Navarro Fontalvo y José Albernia Ortiz; así como también Albeiro Flórez Hernández, Edgar Beltrán Hurtado, Uriel Evangelista Arias Martínez y Carlos Arturo Cáceres.
“Hoy me arrepiento de corazón y espero que sus corazones algún día puedan restaurar el daño tan grande que les causamos a estos hombres y mujeres luchadores por la madre tierra”, dijo Padilla Espitia, al referirse a los pueblos kankuamos, wiwa, kogui y arhuacos de los que fue uno de sus implacables verdugos.
Reconoció que durante su permanencia en el batallón La Popa nunca tuvo conocimiento de que los ciudadanos pertenecieran a algún grupo armado.
EFRAÍN ANDRADE PEREA
El sargento primero retirado de 57 años de edad y natural del Chocó, ejerció distintos cargos en el batallón, entre ellos como suboficial de la sección de inteligencia, pero no andaba muy seguido con Manuel Padilla, aunque anduvieran por los mismos pasos. De ahí que sus funciones, entre enero de 2002 y diciembre de 2003, tuvieran una contribución activa y determinante en la comisión de asesinatos y desapariciones forzadas.
“El afán era aumentar las estadísticas de bajas en combate de la unidad táctica porque existía la competencia en otras unidades y la idea era mantener el Batallón La Popa en primer o segundo puesto en bajas de combate a nivel nacional”, acotó Andrade.
Agregó que para eso contaban con el apoyo de los paramilitares que aportaban personas vivas o muertas. Sus víctimas son Ramón Cárdenas Soto, Ever Barrera Jiménez, Aquilino Álvarez Orozco, Olmer Yépez Maquillo, Joaquín Felipe Contreras, Alfredo Morales Arrieta, Edgar Beltrán Hurtado, Wilmar Serrano, Nelson Meneses, Albeiro Flórez, Leyder Valderrama, Juan Navarro, José Palacio, Alvaro Olivera y dos personas no identificadas.
“Ante los señores magistrados, las víctimas, ante el mundo y ante mi país, reconozco y acepto mi responsabilidad por mí contribución esencial en el plan macrocriminal que llevamos a cabo algunos miembros del Batallón La Popa”, dijo Andrade tras reiterar que las víctimas no eran guerrilleros.
ALEX JOSÉ MERCADO SIERRA
“Me presté para asesinar personas inocentes”, reconoce el soldado (r) Alex Mercado, de 42 años de edad, a la hora de hablar sobre las víctimas. Los actos los cometió mientras integró pelotones de las baterías Albardón, Bombarda y Contera, incluido el grupo especial Zarpazo del Batallón La Popa entre el 8 de enero de 2002 y el 15 de julio de 2007.
Las víctimas fueron Álvaro Adolfo Piña Londoño, Carlos Carmona, un hombre sin identificar, Daiver Mendoza Montero, Uriel Evangelista Arias, Ronald Blanquicet Cano, Cristian Bustamante Martínez y Rafael Puerta Flórez.
“Quiero decirle al país que, así como un día por nuestras masacres dañamos y destruimos una familia, unos pueblos sagrados indígenas que nos recibían como si fuéramos hijos de ellos… hoy pido perdón a mi Dios, perdón a mí mismo porque no tuve el valor que tengo hoy”, precisó Mercado. También pidió perdón a las víctimas, sobre todo al pueblo indígena a los que reconoció como personas humildes y trabajadoras.
Por Marllelys Salinas / EL PILÓN