Desde antes de los años ochenta, para referirse a las personas que laboraban en las empresas se usaban frases como “el personal”, luego en los noventa se empezó a usar conceptos como “colaboradores” o “recursos humanos” y actualmente en la mayoría de las organizaciones se emplea el término “talento humano”. Con esta evolución lo que se demuestra es que el activo más valioso con el que cuenta una organización cualquiera que sea su objeto social, son sus empleados, y cada día esas organizaciones invierten mucho dinero en capacitación y entrenamiento para retener ese talento.
Además de los esfuerzos que hace una empresa por conservar a sus colaboradores, gozan de especial protección del estado a través de las leyes que no permiten que se cometan abusos en contra de ellos y por supuesto el derecho a conformar organizaciones sindicales como mecanismo de contrapeso al poder dominante de la empresa, sin embargo este no es el tema central en esta ocasión; a lo que me referiré tiene que ver con la siguiente pregunta ¿Qué pasa cuando es el empleado el que ejerce un poder indebido contra el patrono? Me refiero a aquel grupo de empleados que amparado en esa protección especial comete abusos en contra de la empresa para la cual labora y sus actuaciones siempre estarán enfiladas en destruir la empresa desde adentro.
En algún momento ese tipo de empleado termina desconectándose de la realidad y asume que es obligatorio que lo mantengan vinculado; es improductivo, trabaja con el reloj, se insubordina, conspira, destruye, daña las herramientas de trabajo, no tiene ninguna empatía con la cultura organizacional, contamina el clima laboral pues casi siempre contagia con su mala energía e influye negativamente en todo el personal y lo que es peor en la mayoría de los casos es un empleado que termina cometiendo abuso de confianza o actos ilícitos.
Un mal empleado se convierte en una carga pesada y un reto para los administradores, puesto que no solo deben lidiar con los problemas del dia a dia como la disminución de ventas, los altos costos de los insumos y materias primas, la creciente carga impositiva que deben asumir, sino que debe dedicar esfuerzos adicionales para compensar la improductividad y el deterioro de las relaciones laborales que estos personajes cometen con su deplorable actuar.
Un ejemplo de estos comportamientos indeseables es cuando el personaje se cree intocable y con esta creencia errónea se autofaculta para violar el reglamento, para usar recursos de la empresa para beneficio propio o para crear pequeños territorios independientes desde donde actúan impunemente.
En las actuales circunstancias de la economía del país, mantener una empresa a flote es toda una tarea titánica, cumplir con todos los compromisos económicos, fiscales, tributarios, laborales, sociales, y por supuesto generarle valor a la inversión de los accionistas resulta una tarea fatigante y requiere equipos de trabajo que entiendan que al final la empresa es más de los empleados que de los dueños puesto que estos pueden eventualmente llevar su inversión a otro sector, liquidarla, y al no haber empresa pues no hay empleos, no hay salarios, no hay bonificaciones, ni primas, vacaciones, cesantías y todo aquello que recibe el colaborador gracias a la compensación a la que tiene derecho por prestar sus servicios en ella.
Por estos días en los corrillos solo se habla de reformas, y una de las que mayor polémica ha generado es precisamente la reforma laboral puesto que tal y como la calificó la procuradora general Margarita Cabello “parece más un pliego de peticiones que una reforma”, de inmediato le llovieron rayos y centellas por el comentario, pero en realidad sí hay un temor entre los empresarios por lo que este proyecto, que en la balanza está más cargado de una lado, pase en el Congreso de la Repúblic tal y como está planteado debido a que si actualmente las empresas deben cargar con empleados problema a pesar de tener la potestad de terminar sus contratos por justa causa, ahora imagínense si logran tener más privilegios de los ya conquistados.
No es cierto que las empresas deban cargar con ese tipo de empleados hasta que logren su pensión a costa del desangre directo e indirecto que generan sus acciones y sus comportamientos, no todos los jueces están dispuestos a sacrificarlas por deshacerse de este tipo de empleados indeseables.
Por Eloy Gutiérrez Anaya