Al líder político, verdadero y con vocación hay que respetarlo y ayudarle. Sumisión y respeto cuando de decisiones oportunas hayan de darse, son características importantes para tener en cuenta, pero tampoco se pueden bendecir las actuaciones que riman en contra de la ética procedimental de los movimientos y partidos y en general con el fin de la política bien entendida, que no es otra cosa sino el servicio social humanitario, que vela por la integridad y equidad de los pueblos, ejercida por sus líderes.
El liderazgo no está en manos de aquel que lo puede hacer todo por sí mismo, sino a través de los aliados que puedan hacerlo con mayor eficiencia, maestría y sabiduría.
Hay que estar al lado del líder cuando se trate de fines nobles, como también de otros temas que compaginen con temas específicos, sin utilizar medios amorales para sostenerlos, ya que el concepto universal de liderazgo no contempla estos caminos.
En política, proponer, alternar, opinar frente a su líder o líderes es un acto de compañerismo perfecto, y que el jefe estará dispuesto a compensar en la medida en que sus conceptos promuevan desarrollo y produzcan bienestar.
Siempre un buen líder, ajeno a los compromisos que con carácter político pueda adquirir en temas electorales, por ejemplo, estaría siempre dispuesto a evaluar actividades como trabajo, predisposición, capacidad, profesionalismo y conocimientos en la selección de las personas o equipos que deban acompañarlos ante cualquier proceso que demande una competencia específica.
Las emociones en los triunfos políticos no se dan en un buen liderazgo, pero si lo irracional ataca solo por complacencia y rumores posibles sobre conceptos de procedimientos sobre sus seguidores y amigos cercanos, sería bueno no caer en manos de aquellos acostumbrados a los oportunismos, a las zalamerías y alabanzas ficticias generadoras de sofismas de distracción y descontrol en la dirección de las colectividades, equipos y personas que han trabajado a través del tiempo con mucho fervor al lado de sus cabecillas.
En el mundo político se dan tantas actuaciones, que muchas veces los alineados o seguidores resienten por hechos que no compensan con el trabajo que se haya realizado, como también hay otros llamados cachazudos que todo lo quieren para sí, sin mérito alguno; pero aquí la tolerancia nos permite analizar que bajo un buen liderazgo se está sometido a ciertos criterios como alianzas, compromisos logísticos y económicos que suelen ser indispensables en todo proceso que persigue algún fin serio y de beneficio comunitario y es cuando es entendible que un jefe debe tomar determinaciones acordes no con sus sentimientos, sino de acuerdo con la necesidades de su entorno y de la mano con sus programas y su filosofía política base de sus actuaciones para gobernar bien.
Un líder político tiene el deber fundamental no solo de mostrar, sino de abrir el camino que conduzca a las esperanzas de vida mejor, de ilusiones y de sueños, que cuando logra el poder a través de su liderazgo estos sueños por lo menos en parte, se conviertan en realidades.
Hay que creer en los líderes y en su liderazgo, que cuando este es natural y propio, y no está embargado y sometido a condiciones indirectas con intereses creados, siempre estarán marchando a la par con la dignidad política.
Yo creo en esos líderes de trabajo permanente y apostolados continuos, donde las luchas políticas se convierten en batallas cotidianas en busca del progreso social; también hay que enseñarles del poder su redistribución, para manejarlo con equipos de acuerdo con los servicios prestados que con su esfuerzo han contribuido a la causa.
En este sentido recuerdo mucho a líderes de tiempo atrás, permanentes algunos, y ahora en las nuevas generaciones no dejo de admirar a jóvenes interesantes, para resaltar el trabajo incansable en cada uno de ellos en sus luchas políticas y liderazgo regional como actos determinantes a las cosas buenas en sus vidas; de otros temas inherentes a sus conductas personales, ya se ocuparán otros, que con la razón crítica deban actuar sin la inclinación al odio, origen este de la calumnia que desafía a la verdad verdadera en los encuentros de la politiquería, porque no olvidemos que, el líder apreciado por su trabajo, dedicación y esmero, estará siempre sometido, no solo al escarnio público, sino al blanco perfecto de las malas lenguas para lograr su desprestigio.
La humanidad tendrá significado de su contenido como expresión universal el día en que el hombre haya aprendido de memoria lo que es una sociedad de servicio y maneje la sensibilidad social con la facilidad única producto de su liderazgo.
Por: Fausto Cotes N.