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Los egoístas

Durante mucho tiempo hemos creído que el egoísmo es atribuido al comportamiento que tiene una persona de pretender ser el centro del universo y en razón a ello tiene serios problemas de relacionamiento social puesto que para un egoísta el resto del mundo no importa o simplemente no existe; sin embargo, el egoísmo más allá de lo que cultural e históricamente conocemos desde entonces hay que agregarle  las diversas mutaciones a las que puede llegar y los efectos y consecuencias de las acciones del individuo que lo padece.

En lo que sí están de acuerdo psicólogos y analistas del comportamiento es que no solo la emoción ya de por sí es un serio problema, sino que como ya se mencionó sus consecuencias hacen mucho más daño de lo que creemos; lo anterior, si tenemos en cuenta que la necesidad natural del ser humano es y será por ahora la de vivir en comunidad y evolutivamente hemos adoptado los valores de la solidaridad, la cooperación y por supuesto el altruismo como lo opuesto al egoísmo.

Ahora bien, un individuo egoísta aislado y sin mayor influencia o poder se vuelve casi inofensivo puesto que su actuar va dirigido a lo sumo a su núcleo familiar o al pequeño círculo al que pertenece, si bien ese círculo vivirá un infierno como consecuencia de convivir con un ser así, ahora imaginemos si este personaje tiene a su cargo personas, o tiene poder e influencia para incidir en la vida de miles o tal vez millones de personas. ¿Ahora sí dimensionan lo que puede pasar?

No perdamos de vista que lo que un egoísta experimenta es un culto a su ego, y si vamos más profundo de su ser vamos a encontrar que ésta emoción con los suficientes elementos para ser cultivada termina convirtiéndose en un sentimiento o para ser más acertados en una forma de vida y ahí sí las acciones que tome y que de ella dependan otras personas tendrán consecuencias para el resto; un ejemplo de esto son las decisiones que debían tomar los médicos intensivistas o neumólogos en las salas UCI cuando un paciente estaba en muy estado crítico sin signos de mejora, pero habían docenas con mayores probabilidades de sobrevivir esperando en una cama.

Veamos otro ejemplo cotidiano, un policía de tránsito le hace un mal procedimiento que termina injustamente ya sea en una multa o en la inmovilización de su vehículo, esto porque usted lo increpa y le hace caer en cuenta que está abusando de su poder, el agente al sentir atacado su ego, aplica la ley de manera sesgada; pero, resulta que usted tiene el poder de hablar con el superior del agente para que lo reasignen, lo sancionen o lo declaren insubsistente; he aquí la misma cara de la moneda del egoísmo actuando, pero también aplica para jueces, magistrados, fiscales, senadores y hasta presidentes.

El egoísta no entiende razones ni argumentos y ante lo que considera un ataque automáticamente entra en modo defensivo, nubla su parte racional y empieza a actuar por el impulso del cerebro primitivo o también llamado Reptiliano por lo que sus actos son torpes, y en algunos casos acude a la violencia, a la intimidación, al chantaje, y en la mayoría de los casos a la eliminación física de lo que considera su “enemigo” o el origen del “ataque”, los alcances de un egoísta con poder son incalculables y es por ello que los emperadores, y un sector de la monarquía de la historia no solo preparaba a sus sucesores sino que muchas veces se abstenían de heredar el trono a alguno de los descendientes precisamente por lo aquí expuesto.

¿Qué pasa si una comunidad, una empresa, un país o toda una sociedad se contagia con esta emoción? Aunque es una pregunta obvia la respuesta lo es aún mayor, miremos a nuestro alrededor y revisemos conscientemente si nuestros actos y nuestras decisiones están siendo dictadas por el egoísmo y si estamos actuando como el personaje que se extravió en el desierto y encontró un pequeño oasis, luego de saciar su sed decidió defecar en el agua para que nadie más pudiera  beber, con tan mala suerte que se volvió a perder y muerto de sed encontró de nuevo  el mismo oasis en el que había defecado por lo que tuvo que apartar las heces y beber de la misma agua que había contaminado. A veces nos pasa así.

Por: Eloy Gutiérrez Anaya.

Categories: Columnista
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