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Fidelina Redondo, una dulce y artesanal tradición del viejo Valledupar

- En este horno de leña se siguen realizando algunas preparaciones. Joaquín Ramírez

A casi un año de su fallecimiento, los conocedores de la culinaria recuerdan a Fidelina como la precursora de los tradicionales dulces vallenatos, aquellos hechos a base de leche, coco, papaya, azúcar y otros ingredientes de nuestra tierra.

En el barrio conocido como El Cerezo, en la calle La Garita, está la casa de Fidelina Redondo Gámez, la mujer que aprendió el arte de la cocina de su madre Nicolasa Gámez; toda su vida se dedicó a deleitar el paladar de quienes gozaron de la magia del viejo Valledupar, pero por ese sabor provinciano que le impregnó a sus preparaciones supo cruzar fronteras nacionales  e internacionales, ya que sus dulces viajaron a diferentes destinos fuera del continente americano; el mismo papa Juan Pablo II los degustó.

Quienes la conocieron la describen como una mujer altruista, guerrera, trabajadora, de personalidad y temperamento fuerte pero con una dulzura incalculable, que era tan fiel como su nombre.

Crecí viendo la elite vallenata y las personalidades de la época solicitando los dulces para llevárselos a Italia, España y demás lugares; nos decían que sin esos dulces no podían viajar; llegaban a cualquier hora a buscarlos”, recordó Piedad, hija de Fidelina.



–          Fidelina Redondo Gámez, precursora de la culinaria raizal. FOTO Joaquín Ramírez.

Sin duda, los dulces de Fidelina son emblemáticos en nuestra ciudad. En su producción se enmarca la historia de éxito de una tradicional familia que se ha distinguido por los valores transmitidos a sus integrantes.

Lamentablemente, el pasado 30 de julio de 2020 falleció la vigía de la gastronomía dulce a la edad de 64 años tras padecer varias complicaciones de salud; sin embargo, su legado se ha mantenido vivo en su hija Piedad, quien adelantó estudios de cocina industrial en el Sena, además de los conocimientos culinarios que pudo compartir con su madre.

Con su piel marcada por el paso de los años y su cabello blanco como el azúcar, partió del mundo terrenal este ícono de la cocina que siempre será recordada por su capacidad, bondad, tenacidad, esmero y gusto refinado.

MICROEMPRESA FAMILIAR

Es sorprendente observar cómo las personas llegan al negocio familiar en busca de estas insignias vallenatas; según indicó Piedad, la microempresa fue creada hace más de 50 años y estuvo direccionada durante muchos años por Nicolasa; actualmente ante la ausencia de ellas, en el negocio trabajan Piedad y algunos familiares. Hoy día ofrecen servicios completos en el ramo de eventos sociales y empresariales, tales como alquiler de vajillas, pastelería, dulcería y pastillaje, para seguir brindando esos manjares íconos de nuestra ciudad.

Mi abuela era la que hacía los horneados criollos, que en ese tiempo eran los bollos de maduros, chiricanas, kekes, enyucados y demás. Mi mamá, en sus ganas de querer hacer más, comenzó a recopilar revistas y escritos, empezó a hacer cursos de pastelería y fue desarrollando el pastillaje, pero su fuerte siempre fueron los dulces”, contó Piedad.

Recuerda que su madre le recalcaba que a la fórmula no se le podía modificar algo porque el cliente identificaba el cambio, “un dulce de Fidelina no será igual si se le cambia una onza o milímetro de la fórmula”.

Añadió que los primeros 4 meses fueron difíciles, ya que no conocía bien las medidas de los ingredientes y las personas estaban notando las diferencias, sin embargo, en diciembre logró encontrar un equilibrio aun cuando, hasta la fecha, no ha podido encontrar el libro de recetas que ella dejó escritas.

Al pasar por la vivienda de Fidelina se observa desde afuera una delicadeza que atrae. Relatan los amantes del dulce que existe una magia que presiona y sorprende cuando ya se está dentro.

SUS ESPECIALIDADES

En Valledupar, Fidelina se encargó de preparar en fogón de leña aquellas especialidades que deleitaban paladares y regalaban alegría. Al transcurrir los años modificaron esas condiciones de cocina, sin embargo, el horno de ladrillo es conservado.

Rememora Piedad que el dulce favorito de su madre era el de maduro y toronja, los cuales, hasta la fecha, son los más apetecidos por los vallenatos. “Los dulces van a perdurar, por mi parte, hasta que Dios me permita tener las condiciones de poderlos hacer y de poder mantener el negocio. Mis hijos saben que tienen un tesoro en las manos. Mientras Piedad viva habrá dulces”.

Ketty Gutiérrez Maestre/EL PILÓN Kjgutierrezma.18@gmail.com

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