Rafaela Barros Bello es una urumitera que llegó a Valledupar con el fin de cambiar su estilo de vida y sí que lo hizo, de la mejor manera posible, con su creatividad y habilidad proveniente de su familia guajira.
Esta mujer de 52 años es reconocida a nivel municipal, tal vez, departamental, por crear los mejores dulces de esta población, al menos así lo aseguran quienes de manera constante llegan a su vivienda a solicitar los manjares producidos en el barrio San Martín de la capital del Cesar.
Allí, en esa esquina de la carrera 20 con calle 41, está el letrero que dice ‘Dulces típicos vallenatos’, de maduro, coco, ñame, leche… Negocio que inició hace 27 años, cuando ella tenía 24, sin trabajo y con una gran necesidad: Darle lo necesario a sus hijos, al ser ella madre soltera.
En aquel momento una repentina idea se cruzó por su mente. “Vi a un señor vendiendo leche y le dije no tengo trabajo, pero si quiere yo le vendo leche y él me la fió, y pasó una amiga que vendía suero, a quién tampoco le iba bien, le dije: Bueno yo hago el dulce y tú lo vendes, y así inicié”, dijo Rafaela.
En la humilde y productiva fábrica de dulces laboran personas conocidas, familiares o quienes deseen hacer parte de esta microempresa, que gracias a su espíritu emprendedor ha logrado que sus dulces viajen a todas partes de Colombia. Sus productos son vendidos en el aeropuerto, terminal de transporte y hasta en diferentes puntos de la ciudad.
Pese a que Rafaela nunca ha tenido apoyo interinstitucional, según comentó, sí ha contado con un apoyo celestial. Esta católica mujer asegura que su responsabilidad y buen trabajo ha permitido que los proveedores lleguen hasta la puerta de su vivienda a llevar las mercancías y si no tiene para pagarles, estos le fían.
“Todos los pedidos los traen y en la noche recogen su dinero. Jamás le he quedado mal a ellos y menos a los bancos”, especificó.
Esta morena de ojos negros y manos fuertes, dedicadas a menear las ollas de dulces, envasarlos y venderlos y hacer toda la producción de los mismos, se levanta cada día a las 5:00 de la mañana para luego recibir a sus empleados, quienes varían por días.
“Toda persona que venga a buscar trabajo yo le abro las puertas y les pago de manera diaria, y como esta microempresa no es tan grande le damos oportunidad de trabajo a todos, a unos le damos una semana, luego a otros y así”, dijo la mujer que cierra sus actividades a las 2:00 de la tarde.
Ese horario cada Semana Santa varía debido a la cantidad de pedidos. “Se triplica el trabajo, llega mucha gente, siempre tenemos éxitos”, dice la mujer que crió a ocho hijos (dos mujeres y seis hombres) entre los que están estudiantes de Policía, de Derecho, pintores, bachilleres.
Los empleados de Rafaela la catalogan como una ejemplar mujer. Águeda Barros, empleada y hermana de Rafaela dice que es una mujer emprendedora. “Ella se vuelve hombre, mujer, es luchadora, y ella le pone mucho amor a lo que hacer”, especificó.
Por su parte, a Esneider Jiménez indicó que ser empleado de Rafaela le ha servido para mantener a su familia.
Esta guajira dice que su mayor felicidad es darle oportunidad de empleo a todo el que lo necesite.
Por Merlin Duarte García/El Pilón
merlin.duarte@elpilon.com.co